miércoles, octubre 09, 2013

El principado del Parlamento

La corrupción en el uso del dinero público entre los parlamentarios, inicialmente se presenta como una actitud paternalista de Papá o Mamá en el poder que llevan al nene al trabajo para servir cafe o jugo. Se lo disfraza de una tarea encaminada a mostrarle el camino de la laboriosidad al hijo pero, con un salario millonario.

Se manifiesta que “ellos (los hijos) también tienen derecho a trabajar como cualquiera”. Quienes se revelan desde el poder, de este modo, usan un tono inocentón a sabiendas de que están administrando privilegios y traficando influencias al interior de su familia.

Quienes hemos hecho cobertura informativa durante muchos años, sabemos que ese es el inicio de la perdida de vergüenza porque la tentación a partir de ahí, abre una ancha avenida. Si el poder abrió una puerta, puede abrir otras y si hoy se trata de una perversa forma de –presuntamente- iniciar en la vida laboral al hijo, el tema es que el hijo ha instalado en su mente el veneno de la corrupción.

El propio padre o la propia madre inocularon el vicio al hijo. Luego puede asaltar el pensamiento de “mi hijo tiene derecho a estudiar en el exterior” y si el presupuesto no alcanza, el poder está al alcance para que las corporación se auto aumente su dieta.

Pero, como los mercaderes de la coima que circulan los caminos del mercado, han identificado a los que tienen un distorsionado concepto del manejo de la cosa pública, ya saben que tienen aliados para corromperlos aún más y obtener leyes favorables para sus respectivas causas, a cambio de hacerles realidad, los más caros sueños que se les van ocurriendo a los congresistas.

Entonces, cuando no encontramos explicación de por qué se rechazan proyectos de solución de grandes problemas como por ejemplo los del transporte público asunceno, es posible entender que existen dinámicas perversas. Y se dan muchas decisiones que no las comprendemos.

Hay una maquinaria que funciona a billetes sucios aplastando todo compromiso que el político hizo con su electorado.

Curiosamente, la institución que garantiza la representatividad popular en el gobierno y por ende, la institución más democrática: el Parlamento, adopta prácticas antidemocráticas de secretismo y ocultación de datos que son de interés público. Y se nos dice que en el Congreso hay “80 príncipes” y se defiende su privilegio de nombrar parientes y niñeras con salarios de nivel gerencial. Hay que ver qué tipo de principado hay ahí que ha hecho olvidar a muchos sus compromisos de lealtad a sus mandantes, nosotros los ciudadanos.

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