miércoles, enero 31, 2018

Cristianamente el feminicidio no puede existir


Del mismo modo que un jefe de Esado es llamado a liderar una nación y en su gestión va a encontrarse con críticas, ofensas, humillaciones y no por ello saldrá a confrontar con cada uno; desde el punto de vista cristiano, el hombre ha sido comisionado a unirse a una mujer en matrimonio, liderar una familia estableciendo una meta.
Su liderazgo debe ser responsable y amoroso. Más que un privilegio, tiene sobre sí un deber que lo debe cumplir con un sentido de rectitud y de respeto a su mujer y a sus hijos. Debe amar a su esposa como a su propio cuerpo y nadie en su sano juicio, hiere a su propio cuerpo.
Ciertamente debe cumplir su rol en un contexto de disciplina pero si en su camino se cruzara con la filosa lengua de una esposa que lo humilla, debería tener la sabiduría de no bajar al terreno de la violencia, sino de dotarse de paciencia y fortaleza para sobrellevar el momento y superarlo con el poder espiritual que le fue dado, pero sin lastimar a su mujer, a pesar de que él pudo haber recibido heridas en su alma.
Debe estar preparado para lidiar con fuerzas invisibles y le ha sido dada la autoridad para ello. En este contexto cristiano, la violencia intrafamiliar no saldría nunca de cauces mínimos.
Así expuesta la idea, se amolda a lo que está bíblicamente decretado, vale decir, estatuido por el Creador:
¨Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo». Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo¨. (Efesios 5: 25,33)

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