
Es preciso encontrar un acuerdo que defina claramente de qué modo y hasta qué punto, es posible desarrollar una producción “extensiva” y cómo es posible poner más énfasis en una producción “intensiva” que no sea una amenaza para el equilibrio natural. El país necesita exportar, crecer económicamente a un ritmo mayor para dar respuestas sociales pero el costo no debería ser mayor destrucción medioambiental. Eso equivaldría a echar el árbol para coger la fruta.
Alberto Soljancic, presidente de la Asociación Rural del Paraguay pidió que el senado rechace el proyecto de ley. Dijo que hace falta espacio para más vacas, más producción de carne y más exportación. En la otra vereda, las organizaciones ambientalistas y la propia Secretaria del Ambiente, apoyan sin discusión una medida extrema que garantice la conservación de los remanentes boscosos donde ya existen vegetales amenazadas que se suman a especies animales en vías de extinción.
Se ha denunciado que hasta se secan lechos de arroyos para extender la frontera agrícola con lo que se privilegia el lucro efímero a costa de legar un ambiente gravemente deteriorado a las generaciones futuras.
Cada sector expone sus razones. El Paraguay sufre en estos momentos una crisis económica y social que sume a más de la mitad de su población de 6 millones de habitantes en la pobreza e impulsa un proceso de masiva emigración como muy pocas veces se vivió en la historia. Del mismo modo, sufre un proceso de destrucción de bosques, humedales y suelos y se amenaza una de las más grandes reservas mundiales de agua (Acuífero Guaraní) por la contaminación y la desaparición de bosques que produce colmatación de cursos de agua en zonas de carga del acuífero.
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