lunes, noviembre 18, 2013

El poder social de los restaurantes



Marketing ciudadano. Los restaurantes descubrieron una veta que entusiasma a los comensales y se pusieron de su lado en esta campaña de protesta contra parlamentarios que llegaron al poder con promesas de justicia y apertura pero gobiernan con sus caprichos de corrupción. Se protegen mutuamente de imputaciones judiciales por mala gestión cubriéndose con sus fueros.

Todo comenzó como siempre, con una organización libre de ciudadanos hartos de la corrupción en el poder. Grupo voluntario de gente que a partir de sentirse identificada en torno a emociones y visiones compartidas, decide realizar acciones colectivas de protestas para presionar “a los de arriba”.

Más que en oportunidades anteriores, se logró influir sobre el resto y los restaurantes aparecieron como en un efecto dominó, anunciando que se reservaban el derecho de admisión de clientelas para discriminar a los parlamentarios que han votado a favor de defender a Víctor Bogado de la imputación judicial por abuso en el manejo del dinero público y el derroche en favor de su grupo.

Todo bien hasta aquí. El problema es que los políticos saben que la bronca se sustenta sobre determinados hechos que en la vorágine de la vida nacional luego pasan a segundo plano en la atención colectiva y esos movimientos se diluyen, pierden fuerza y la amenaza que parecía enorme, desaparece.

Los políticos conocen la dinámica de esos movimientos que carecen de un buen tanque de combustible. Son arranques briosos que luego quedan en punto muerto. Es entonces cuando se nota la falta de grupos intelectuales que le den un sustento de ideas a los movimientos ciudadanos autoconvocados. Es bueno ir pensando en una mínima institucionalidad que garantice que no se pierda la “propiedad” del movimiento.


Porque es muy fácil que quintacolumnistas se incorporen al grupo y como vienen con propósitos definidos en otros estadios, actúen de un modo que desnaturalicen y desprestigien al grupo. La vulnerabilidad es enorme pero no hay que perder la vocación de protesta. Vemos que no hay oposición política en el país y queda claro que la única oposición la tendrán la ciudadanía, los restaurantes y más adelante otros grupos empresariales que entenderán que el poder que está de este lado, debe ser ejercido por nuestro propio bien.

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