Fidel y el Papa/Foto: REUTERS
Cuando volví a verla me sentí aún más cautivado por la escena y no lograba aún entender dónde radicaba la atracción, de modo que decidí escribir porque cuando lo hago se activan en mi, varios mecanismos difíciles de explicar.
En puridad no siento admiración por ninguno de los dos pero, por encima de todo análisis que escudriñe la personalidad de Fidel y de Ratzinger, la foto me impactó. Fueron 5 segundos de ¿qué tiene la foto que me detuve a mirarla? Y como estaba presionado por el laburo, guardé el link para contemplarla luego cuando tuviera tiempo para descifrar el encanto de la toma.
Cuando volví a verla me sentí aún más cautivado por la escena y no lograba aún entender dónde radicaba la atracción, de modo que decidí escribir porque cuando lo hago se activan en mi, varios mecanismos difíciles de explicar.
Percibí que ahí están finalmente dos ancianos distantes en su vida y sus propósitos, sobre el final de su existencia, hermanados justamente por su ancianidad y a lo mejor más que nada por eso simplemente.
Fidel –un ateo histórico- tal vez ha dedicado su tiempo a reflexionar y escrutar sus dudas espirituales y quién sabe, haya encontrado a Dios, preparándose para su vida posterior. Díganme si su mirada al Papa no está cargada de comprensión y compasión y precisamente la comprensión y compasión que la instantánea nos indica que es bilateral, sustentan esa empatía “castropapal” que impregna la escena.
Fidel –un ateo histórico- tal vez ha dedicado su tiempo a reflexionar y escrutar sus dudas espirituales y quién sabe, haya encontrado a Dios, preparándose para su vida posterior. Díganme si su mirada al Papa no está cargada de comprensión y compasión y precisamente la comprensión y compasión que la instantánea nos indica que es bilateral, sustentan esa empatía “castropapal” que impregna la escena.
Tan distantes pero tan próximos. En suma, tán prójimos.
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