Los cambios de roles son extraordinarios en Paraguay donde un ex obispo es Jefe de Estado, un militar dirige las obras públicas, un médico administra la seguridad interna y los obispos en vez de orientar su acción a la salvación de las almas, la conversión de los impíos entre ellos los políticos, para que sean píos, se reunirán para reclamar políticas económicas conducentes a la creación de empleos.
El propósito del sacerdote es dar conocer a Cristo y el Evangelio, procurar la conversión para la salvación; esmerarse para que el ser humano reciba a Jesús en su corazón y que el espíritu de Jesús obre cambios en base a un renacimiento espiritual que haga carne el propósito de amar al prójimo como a uno mismo.
De ese modo Fernando Lugo, Horacio Cartes o Federico Franco, etc., desarrollarán su sentimiento de projimidad y como dirigentes políticos harán el bien y devolverán bien por mal. Sin embargo hoy vemos que los políticos fundamentalmente aman a sus parientes como a sí mismos y les regalan cargos públicos.
Lo mejor que pueden hacer los pastores es promover el estudio de la Palabra de Dios. Instaurar una suerte de pastoral política para que los dirigentes entiendan los propósitos del Altísimo, conocer sus estatutos y que por la vía de ser mejores seres humanos, alcanzar bendiciones que están prometidas para los que creemos.
Deberían fomentar campañas de adoración y oración para interceder por los dirigentes y en última instancia, si los obispos están descontentos de los resultados de la gestión económica y algunos de ellos creen tener la fórmula de solución de los problemas del hombre en el mundo, como ya hay casos así, renuncien a su sacerdocio y se lancen a la arena política con estrategias bien diseñadas para alcanzar los objetivos que se proponen.
La gente espera de los sacerdotes guía espiritual, no fórmulas ni estrategias económicas que desde luego los obispos que no estudiaron economía, no pueden sugerir.
El propósito del sacerdote es dar conocer a Cristo y el Evangelio, procurar la conversión para la salvación; esmerarse para que el ser humano reciba a Jesús en su corazón y que el espíritu de Jesús obre cambios en base a un renacimiento espiritual que haga carne el propósito de amar al prójimo como a uno mismo.
De ese modo Fernando Lugo, Horacio Cartes o Federico Franco, etc., desarrollarán su sentimiento de projimidad y como dirigentes políticos harán el bien y devolverán bien por mal. Sin embargo hoy vemos que los políticos fundamentalmente aman a sus parientes como a sí mismos y les regalan cargos públicos.
Lo mejor que pueden hacer los pastores es promover el estudio de la Palabra de Dios. Instaurar una suerte de pastoral política para que los dirigentes entiendan los propósitos del Altísimo, conocer sus estatutos y que por la vía de ser mejores seres humanos, alcanzar bendiciones que están prometidas para los que creemos.
Deberían fomentar campañas de adoración y oración para interceder por los dirigentes y en última instancia, si los obispos están descontentos de los resultados de la gestión económica y algunos de ellos creen tener la fórmula de solución de los problemas del hombre en el mundo, como ya hay casos así, renuncien a su sacerdocio y se lancen a la arena política con estrategias bien diseñadas para alcanzar los objetivos que se proponen.
La gente espera de los sacerdotes guía espiritual, no fórmulas ni estrategias económicas que desde luego los obispos que no estudiaron economía, no pueden sugerir.
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