viernes, diciembre 12, 2014

El cumpleaños en el que nos olvidamos del cumpleañero

La sociedad paraguaya realiza en estas fechas, intensos preparativos de orden ornamental, manducatorio, ropas nuevas, regalos, buenos augurios. Las campañas publicitarias orientadas al consumo y al gasto celebratorio han sido ideadas con enorme esmero para hacer que el público se despoje de un enorme caudal de dinero en poco tiempo, para lograr que multimillonarios recursos que han pasado al poder de la gente por la vía del aguinaldo, retorne en pocas horas a los que han soltado ese torrente dinerario.

El dinero volverá a su acostumbrado lugar y poco tiempo después de que las burbujas de la sidra desaparezcan, las angustias de la gente también volverán a su mismo lugar y ya enero se llenará de quejas porque el mes fue largo y el dinero no alcanzó. Es la rutina y es posible escribir una crónica de lo que va a pasar porque es lo que va a pasar pero que no debe pasar.

Esto ocurre porque no nos hemos detenido a reflexionar realmente que es lo que estamos festejando. Festejamos nomas. Compartimos entre nosotros regalos, buenos deseos, brindamos entre nosotros y por nosotros ¿y el cumpleañero? Y aparecerá por ahí en pesebres pero siempre como una figura accesoria, a pesar de que está vivo por que resucitó de entre los muertos. No solo está vivo sino que entre nosotros, ahí donde dos o tres nos reunimos en su nombre.

¿Se imagina usted? El personaje de la fiesta, es secundario en la celebración. Considere el que está leyendo esto que en el día de su cumpleaños, en la fecha en que todos se reúnen para celebrar su aniversario, los demás se regalen entre ellos y usted sea olvidado, realmente un convidado de piedra o para ser más exactos con lo que pasa, un convidado de barro ¿Cuál sería su reacción?

Pues es exactamente la circunstancia que vivimos durante las fiestas de fin de año. Ignoramos al que nació como nosotros, de carne y sangre. Por amor eligió ser pobre y sufrió como cualquiera de nosotros sin ser como nosotros. Y porque nos amó, acepto morir como un cordero que en esos tiempos se mataba para expiar culpas y como cordero al morir, no protesto sino que fue garroteado de un modo inmisericorde y de ese modo pagó todas nuestras culpas, para restablecer nuestro derecho a tener comunión con su Padre y si creemos que vino y murió por nosotros, fue sepultado y resucito al tercer día y subió a los cielos donde ha sido exaltado al más alto lugar, podamos tener eternidad gloriosa.

Pensemos que el personaje de las fiestas es Jesús, no Papa Noel. Sepamos diferenciar quien vino a traernos eternidad victoriosa y no alegrías pasajeras. Cuando los paraguayos hablamos de las virtudes que atesoramos, la hospitalidad figura entre ellas. Hospitalidad significa acoger con amabilidad, recibir como invitado, proveer amor.

La pregunta que nos cabe: ¿Es la nuestra una Navidad hospitalaria? ¿Acogemos con amabilidad y gratitud a quien vino a morir por nosotros? ¿Es el invitado de nuestra fiesta y el personaje central? Reconozcamos que no y tengamos la consideración de ser agradecidos a quien amo el mundo y en la cruz con su último suspiro le dijo al Padre: “Todo está consumado”. Lo que nuestro Salvador le estaba diciendo era, Papá, he cumplido a cabalidad la misión que me encomendaste.


Feliz Navidad!  

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