Acabábamos de celebrar aquel año nuevo cuando Eli, pequeñita
aun, no fue despertada por el estruendo del bombardeo celebratorio sino que nos
llamó por otro problema. “Papi, me entró arena en el ojo”. Fui a su cuarto, prendí
la luz y noté que efectivamente había lo que inmediatamente identifiqué como
polvo de ladrillo sobre su frente y a un costado de su rostro, en su almohada.
Mientras mi esposa la alzaba para limpiarle el rostro,
miré hacia arriba y en un primer golpe de vista no vi nada raro pero una inspección
más cuidadosa me hizo ver que una fina capa del tejuelón se había desprendido,
justo en el lugar que verticalmente daba sobre su almohada. Algo había impactado
sobre el techo que produjo ese pequeño desprendimiento.
Diversos pensamientos vinieron a mi mente pero
entonces preferí no especular. Ese mismo amanecer, Eli volvió a llamar. Se había
desatado una lluvia y una gotera impertinente precipitaba agua sobre su rostro
y su almohada. Era evidente que el impacto que la celebración del año nuevo había
producido en el techo de su dormitorio, había causado un daño mayor del que en
un principio habíamos evaluado.
Cuando me fue posible, llamé a un albañil para que viniera
a reparar aquella gotera y aquel obrero se encontró con una sorpresa que no pudo
ocultar y me llamó de inmediato para contarme con lo que se había encontrado.
Extrajo la bala incrustada en el techo y me lanzo desde arriba y me dijo: “Koa
la problema hina” (he aquí el problema).
Confieso que pocas veces en mi vida me hirvió la
sangre de indignación con esa intensidad. Fui presa de un arrebato de fiereza incontenible que no tenía
salida porque me sentía impotente. Una fuerza explosiva tenía adentro pero no podía
explotar. En todo caso, yo iba a explotar, pero traté de ir liberándome de a poco
de aquella presión interior extrema, pensando en que felizmente la mano de Dios
evitó una tragedia.
Traté de borrar aquel recuerdo. Sin embargo en estos días
en que los viejos bártulos se reciclan, se descartan para crear espacios para
nuevos bártulos y el orden se busca para iniciar un ano nuevo, mi esposa rescató
de una bolsa negra, los restos de aquel hecho abominable y lo armé como un
rompecabezas para compartir la foto.
Y uno puede ver ahí la teja rota y la bala incrustada,
es lo que se nota a primera vista. Parece un cuadro maligno que no fue hecho
por un artista, sino por un artero; un criminal anónimo y cobarde que disparó al aire sin pensar ni importarle que ese mortífero proyectil pudiera causar una
desgracia.
Que los tenedores de armas piensen en este final de año, antes de gatillar, que el destino de esa bala que están a punto de disparar,
puede ser un ser humano como él que sueña en días mejores, como él.
Que el año nuevo lo podamos celebrar como un
nacimiento y no lo convirtamos en sepelio.
Feliz celebración!!
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