martes, diciembre 30, 2014

La mano de Dios detuvo la bala: “Papi, me entró arena en el ojo”


Acabábamos de celebrar aquel año nuevo cuando Eli, pequeñita aun, no fue despertada por el estruendo del bombardeo celebratorio sino que nos llamó por otro problema. “Papi, me entró arena en el ojo”. Fui a su cuarto, prendí la luz y noté que efectivamente había lo que inmediatamente identifiqué como polvo de ladrillo sobre su frente y a un costado de su rostro, en su almohada.
Mientras mi esposa la alzaba para limpiarle el rostro, miré hacia arriba y en un primer golpe de vista no vi nada raro pero una inspección más cuidadosa me hizo ver que una fina capa del tejuelón se había desprendido, justo en el lugar que verticalmente daba sobre su almohada. Algo había impactado sobre el techo que produjo ese pequeño desprendimiento.
Diversos pensamientos vinieron a mi mente pero entonces preferí no especular. Ese mismo amanecer, Eli volvió a llamar. Se había desatado una lluvia y una gotera impertinente precipitaba agua sobre su rostro y su almohada. Era evidente que el impacto que la celebración del año nuevo había producido en el techo de su dormitorio, había causado un daño mayor del que en un principio habíamos evaluado.
Cuando me fue posible, llamé a un albañil para que viniera a reparar aquella gotera y aquel obrero se encontró con una sorpresa que no pudo ocultar y me llamó de inmediato para contarme con lo que se había encontrado. Extrajo la bala incrustada en el techo y me lanzo desde arriba y me dijo: “Koa la problema hina” (he aquí el problema).
Confieso que pocas veces en mi vida me hirvió la sangre de indignación con esa intensidad. Fui presa de un arrebato de fiereza incontenible que no tenía salida porque me sentía impotente. Una fuerza explosiva tenía adentro pero no podía explotar. En todo caso, yo iba a explotar, pero traté de ir liberándome de a poco de aquella presión interior extrema, pensando en que felizmente la mano de Dios evitó una tragedia.
Traté de borrar aquel recuerdo. Sin embargo en estos días en que los viejos bártulos se reciclan, se descartan para crear espacios para nuevos bártulos y el orden se busca para iniciar un ano nuevo, mi esposa rescató de una bolsa negra, los restos de aquel hecho abominable y lo armé como un rompecabezas para compartir la foto.
Y uno puede ver ahí la teja rota y la bala incrustada, es lo que se nota a primera vista. Parece un cuadro maligno que no fue hecho por un artista, sino por un artero; un criminal anónimo y cobarde que disparó al aire sin pensar ni importarle que ese mortífero proyectil pudiera causar una desgracia.
Que los tenedores de armas piensen en este final de año, antes de gatillar, que el destino de esa bala que están a punto de disparar, puede ser un ser humano como él que sueña en días mejores, como él.
Que el año nuevo lo podamos celebrar como un nacimiento y no lo convirtamos en sepelio.
Feliz celebración!!


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