En tiempos de las redes sociales, el
impacto que produce la opinión pública es más intenso y acelerado. Todo porque
se manifiesta una diferencia enorme respecto de cómo se desarrollaba la opinión
pública antes de la aparición de las nuevas tecnologías de comunicación de
masas.
Entonces, los medios publicaban una
información y la reacción ciudadana además de demorarse mucho más en
dispararse, dependía de conversaciones de oficina, charlas de amigos para
crecer y expandirse. Finalmente, días después llegaba a cobrar forma como una
sensación de estimación del sentimiento generalizado provocado por el hecho
noticioso.
Nunca en domingo
Si un acontecimiento se producía un sábado,
la opinión pública no se manifestaba el domingo porque sin caja de resonancia
en oficinas, carecía de sustentación. Salvo que en la cancha la gente
interactuara pero el domingo era un día muerto. Eso acabó. Hoy, inmediatamente luego de un hecho que
llama la atención, se genera un diálogo que va creciendo y se convierte en
protagonista de la comunicación.
Si antes había una
capacidad de respuesta muy limitada e incluso tardía, las nuevas tecnologías
permiten una interacción inmediata más intensa y poderosa porque es
ininterrumpida. Las redes sociales no tienen feriados y le han sumado celeridad a la reacción, pero además le han dado una fuerza
inusitada debido a que ha perdido el “anonimato absoluto”.
En efecto, con la irrupción de las redes
sociales, la credibilidad de la opinión pública está avalada por actores debidamente
identificados que por su peso profesional en la sociedad, le aportan una marca
diferente y una visión enriquecedora en primera persona. Eso fortalece la
opinión pública.
El peso de los nombres
Hay ingenieros, abogados, administradores,
opinólogos, políticos, sociólogos, sicólogos, etc., destacados cada uno en lo
suyo, que suman su peso específico y, si se manifiesta un proceso coincidente
en torno a que algo está mal como ha sido el caso que envuelve a Karina
Rodríguez, es un tsunami incontenible. Hay líderes de opinión conocidos y
respetados que inyectan su energía.
Si antes la opinión pública funcionaba como
un rumor, un murmullo de la masa sin rostro, captado por diferentes intérpretes;
ahora es una red de pesos pesados que genera empatía mucho más rápido con la
multitud y con más fuerza. Y esa concurrencia de opiniones, es visible.
Incorpórese a Twitter o a Facebook y verá
el volumen de respaldo que tienen las opiniones y que suman fuerza
comunicacional. Karina Rodríguez no pudo contener el embate. Su cargo municipal
era clave y seguirá siendo clave sin ella porque es el lugar desde donde el
lobby gay internacional busca desarrollar su agenda. Clarísimamente estamos
ante las redes sociales como un factor crítico de influencia que afecta directamente
sobre causas y movimientos políticos.
¿Tenemos el potencial de
lograr los mismos efectos en otros casos que involucran a políticos corruptos?
La respuesta tiene complicaciones derivadas del contexto. Hemos visto que
Karina no tuvo el respaldo de poderes facticos como el que tienen detrás suyo
otros actores políticos corruptos, si bien Mario
Ferreiro usó su credibilidad y capital político para desafiar la fuerza de las
redes sociales a favor de Karina, sin lograr su objetivo.
En el mundo y en el plano espiritual
Entre los demonios que actúan en la
política paraguaya, los hay más débiles que otros. Unos salen con una simple
presión, una orden de que salga. Hay otros que son más fuertes y rebeldes. Un
día sus apóstoles le preguntaron a Jesús, como es que ellos no podían expulsar
a ciertos demonios. El Maestro les dijo que hay demonios que solo abandonan el
cuerpo con ayuno y oración.
Una interpretación al día de hoy del
mensaje de Jesús es que para expulsar aquellos demonios mejor posicionados en
el cuerpo social paraguayo, necesitamos más que una presión por las redes
sociales, más que dar órdenes. Hay que abandonar el descanso y la comodidad de
la silla que nos ubica frente a una computadora y hacer el sacrificio de marchar
y hacer notar poder. Ayunar computadoras, privarse de ellas y pasar de la
opinión a la acción pública.
El otro paso que desde luego no debe faltar
es la oración. Es una cuestión de fe “Porque nuestra lucha no es contra
sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes
de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”. Es
cándido, ingenuo pensar que el problema se llama Karina, Ramírez Zambonini o
Ibañez.
Está claro porque está escrito para los que
lo quieran entender. La sociedad debe expulsar a sus demonios. Hay poder para
ello, lo que aún falta es que el Cuerpo funcione como tal ¿A qué Cuerpo me
refiero? Que los que tengan entendimiento, lo entiendan.
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