domingo, agosto 14, 2016

Asunción del Paraguay, capital de mis amores: El Micro

Fui de los pasajeros que inauguraron el servicio de microbuses en Asunción, muy pronto apodados micros. En un principio fueron terreno soberano de las combis de Volskwagen. Prestaban un servicio diferenciado y el pasaje costaba 10 guaraníes. Podían llevar 11 pasajeros sentados, uno al lado del conductor, el más cómodo de todos.
Cargaban una hilera de hasta 4 pasajeros parados y agachados sobre la cabeza de los sentados en segunda y tercera filas principalmente y podía subir además una segunda hilera de otros 3 o 4 pasajeros parados con el torso fuera del vehículo, disfrutando de la brisa suave. Los primeros modelos venían con dos puertas laterales -ubicadas a la derecha- que se abrían hacia afuera.
La puerta que se abría hacia adelante, servía de escudo protector de salpicaduras y otros imponderables para los que viajaban parados con el cuerpo fuera del vehículo, siempre que reinara buen tiempo. En la lluvia ese servicio no era prestado.
El conductor era también cobrador del pasaje, pero ocurrió un imponderable. Los pasajeros que tomaban el viaje parados y con el torso fuera del vehículo, no tenían contacto visual con el conductor y se valían de esa ¨ventaja inesperada¨para no escuchar o no querer escuchar la reclamación de pago del pasaje.
De tanto en tanto el conductor les reclamaba el abono pero como el pecho y la cabeza del pasajero estaban afuera y por encima del nivel del techo de la combi, muchos no tenían mucho interés en pagar el costo del pasaje, amparados en el anonimato. El conductor no les veía la cara.
Al interior del vehículo, como los 11 sentados estaban muy cerca uno del otro, se establecía una atmósfera participativa y surgían comentarios acerca de la negativa de pagar el pasaje. Por ejemplo si el personaje evasor tenía la camisa de color lila, inmediatamente era identificado como ¨camisa lila¨.
Y el chofer increpaba: ¨Camisa lila, epagá pue!¨ , era en vano generalmente. Luego algún otro pasajero le incaba con el dedo en el abdomen para hacerle notar que el conductor se comunicaba con él. ¨Camisa lila¨ se movía como interpretando que le indicaban que debía correrse un poco más hacia la derecha o hacia la izquierda y continuaba sin pagar.
El tema es que de improviso en una parada, saz! ¨camisa lila¨ llegaba a su destino y en un santiamén y sin decir hasta luego, desaparecía raudamente en una esquina y el conductor mascullaba su derrota. Los comentarios sobre la intrigante y oportunista actitud del personaje liláceo a quien nadie le vio la cara, movía a risa de los demás pasajeros.
La proliferación de pasajeros de ese perfil, hizo que un día aparecieran los guardas. Se perdía un valioso espacio que así, venía a ocupar el servidor que exterminó a los ¨camisas lilas¨.
El hecho de viajar parado con el torso fuera del vehículo tenía sus riesgos. Una libélula o peor, un escarabajo que se cruzara en el camino con el micro en movimiento y golpeara la cara del pasajero expuesto, podía producirle hematomas severos.
Los que viajaban agachados hacia adentro, también ponían a prueba los músculos de la cintura y la espalda. Cuando un pasajero sentado, se bajaba, el alivio para quien ya tenía la cintura maltratada y que cazaba el asiento liberado, daba lugar a un estado de gozo incomparable, un regocijo soñado, deleite almibarado de descanso por tanto tiempo postergado.
Pero luego aparecieron otros micros mas amigables de las marcas britanicas Thames, Commer y más tarde los más comodos Leyland que por su mayor capacidad y mejor rentabilidad, fueron desplazando a las combis.
La jugada mayor fue la de los colectivos que se modernizaron y brindaron asientos ¨Pullman¨ a los pasajeros. Cobraron igual que los micros y estos terminaron desapareciendo tal como un día apareceron: sin previo aviso.
Y la ciudad de Asunción, la muy noble e ilustre cuna de la libertad de América, siguió debatiendose en medio de carencias colectiveras, hasta que ahora aparecen los vehículos chinos climatizados y las discusiones se acaloran en torno al siguiente paso: el Metrobus.
Asunción, madre de ciudades pero hija de un servicio de transporte público aún deficiente se despereza hoy en medio de lapachos floridos y recuerda su simpática y breve historia de aquellos micros que como las oscuras golondrinas, ya nunca volverán.

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