Cuando visito una colonia mennonita y veo superación constante, desarrollo, trabajo, planes de inversión, esfuerzos en el frente de la educación y capacitaciones, constante generación de riquezas, invariablemente siento una decepción por el hecho de que erramos profunda y sistemáticamente en nuestras observaciones sobre las razones de la pobreza que vive el Paraguay, fuera de las colonias mennonitas.
Culpamos a “los demás” pero difícilmente buceamos en nuestras propias falencias y no nos percatamos de que está en nuestras manos corregir muchos de los errores que nos impiden mejores días. Somos persistentes en culpabilizar a otros y hasta podríamos decir que en lo único que somos persistentes, es en nuestra cultura de la pobreza.
Me comentaba un mennonita que lleva adelante un programa de cooperación con sus vecinos en el Chaco que pintaba muy bien el cultivo de sésamo y se acercaban momentos importantes porque habría una cosecha excelente.
Llegó
No habría perdón si la cosecha no era aguardada hasta el Lunes de Pascua. Cuando se intentó la cosecha ese día, las vainas se habían abierto y el precioso sésamo regaba el suelo chaqueño. Se había perdido la cosecha y si unos días antes se vaticinaban días mejores, ahora habría que hacer frente a una situación de extrema dureza. Todo el sacrificio de la siembra, había sido en vano.
¿Es una prueba dura a la que Dios nos somete como sacrificio que nos impone en el camino de alcanzar la gloria?, o ¿Es que han interpretado erróneamente la palabra de Dios y sus intérpretes, por un error, convirtieron al Señor en un ser perverso que condena a un pueblo a la miseria?
Es fácil entender que haya gente deambulando en busca de dioses más benignos y que en esa búsqueda cometa gruesos errores al dejarse manipular por falsos profetas que les presentan ídolos falsos. Los mennonitas tienen el mismo Dios que los católicos pero lo interpretan de un modo diferente.
Veo la cruz de los mennonitas y está vacía. La cruz católica tiene a Jesús atornillado. Aquí aparece una diferencia que me parece fundamental, crucial, decisiva. Para los mennonitas hay un ser que vino a sacrificarse por nosotros pero resucitó y está vivo. Es el hijo de Dios que les pide levantarse, trabajar y producir. Trabajar y ayudarse para vencer.
Del otro lado, hay un Jesús vencido, humillado en la cruz. El énfasis está en el sacrificio y por qué no, en la derrota. Es un tema que el teólogo Alfred Neufeld estudió profundamente y planteó como una de las causales del pensamiento fatalista que domina al campesinado paraguayo.
El razonamiento estriba en la visión de que si Jesús quien vino a salvarme fue garroteado, humillado y crucificado, quien soy yo, humilde mortal para vencer a las adversidades. Desde esta perspectiva, la pobreza tiende a ser un estado sostenido y no una situación pasajera. Y así para las demás dificultades.
Se suma a ello el hecho de que fueron los Franciscanos los que acompañaron a los conquistadores y es sabido que ellos hacen de la pobreza una virtud y fijaron pensamientos que no contribuyeron a instalar una visión más triunfalista y desarrollista de la existencia.
Desde luego que no es tan simple la resolución de los problemas socioeconómicos que nos aquejan pero al menos, queremos plantear otras maneras de ver la situación y ayudar a construir formas de solución. ¿La religión católica está contribuyendo a rescatar a la sociedad de la pobreza?
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