Llegaron pobres, pasaron momentos difíciles pero vencieron a la pobreza. Me tocó estar en estos días en la celebración del 70º aniversario de la fundación de la colonia mennonita Friesland, un pujante enclave de desarrollo que es una isla rodeada de comunidades muy pobres, justo en el Departamento de San Pedro, el más pobre del Paraguay. Las claves fundamentales del éxito mennonita, están en la organización cooperativa, la cultura de trabajo honesto, la educación y en creer en un Dios vivo que les apoya en su lucha contra las dificultades que invariablemente terminan siendo vencidas.
Perseguidos por su radicalismo (exigencia de separación de Iglesia y Estado, negación al uso de armas, rechazo del servicio militar, etc.) los mennonitas, anabaptistas o anabautistas han sido perseguidos desde el siglo XV cuando fueron organizados por el ex sacerdote católico Menno Simons en Suiza y los Países Bajos.
Trabajadores, organizados, en suma, promotores de desarrollo han tenido sin embargo el apoyo de visionarios que vieron en ellos factores positivos y les abrieron espacios donde desarrollar su cultura y producir. Así fue en la antigua Prusia y en Rusia donde alcanzaron esplendor económico y cultural hasta que la Revolución Bolchevique los aplastó y debieron huir con lo que tenían puesto.
El gobierno paraguayo de la preguerra con Bolivia, invitó a los mennonitas que buscaban un lugar en el planeta donde desarrollar su cultura sin presiones. Sus exploradores llegaron hacia finales de la década del 20 y se manifestaron satisfechos con instalarse en el Chaco Central. Cuentan los memoriosos que llegaron en abril, justo cuando el Chaco es un vergel verde pletórico de naturaleza y belleza y quedaron entusiasmados.
De Rusia al Chaco
Sólo que cuando a finales de año, en pleno verano seco e inmisericorde, los rubios mennonitas pisaron suelo chaqueño, enfrentaron una situación adversa. De la fría Rusia al tórrido Chaco, muchos no soportaron el calor y la sequía y en esas circunstancias el sueño de la tierra prometida se convirtió para muchos de ellos en una pesadilla.
Poseedores de una fe inquebrantable, encontraron en la Biblia la fortaleza espiritual y moral para enfrentar la adversidad como ya aconteció en otros momentos de su historia. Se instalaron y cultivaron. Ataques de langostas aniquilaron sus primeras cosechas pero como la fe jamás los abandona da la impresión de que ninguna dificultad es suficiente para acobardarlos.
Como si no les faltaran complicaciones, cuando las cosechas empezaron a ser generosas, sobrevino la Guerra del Chaco contra Bolivia que se prolongó entre 1932 y 1935. Las colonias mennonitas del Chaco Central se convirtieron en un oasis de paz en un escenario de guerra y hoy son un portento de desarrollo moderno que convive en un mismo momento histórico y en un mismo espacio geográfico con comunidades de campesinos de tercer mundo y culturas de la edad de piedra a la que pertenecen tribus silvícolas que como tal vez no acontece en ninguna otra parte del mundo, aún no entraron en contacto con el hombre blanco. Nos referimos a los ayoreo totobiegosode.
En 1937, un grupo de mennonitas del Chaco creyó que tendría mejores perspectivas en la Región Oriental del Paraguay y fue así que 135 familias fundaron Friesland que ahora cumplió 70 años.
Allí y ahora, una comunidad de un poco más de 200 familias, cuenta con más de 65 mil hectáreas donde la producción apunta a rubros tales como soja, girasol, maíz, sorgo en el frente agrícola y en el frente ganadero la producción de carne y leche está creciendo en forma sostenida con un elevado índice de eficiencia. Algunos de los cultivos ya se hacen guiados por GPS.
Asimismo, la industrialización avanza a pasos agigantados en rubros vinculados con lácteos y derivados, alimentos balanceados, la exportación de carne y subproductos.
Compromiso con el medio y los vecinos
El doctor Hans Theodor Regier, presidente de la Cooperativa Agrícola Friesland Limitada y titular de la Asociación Civil que rige la vida de la comunidad –dicho sea de paso, distinguido como Joven Sobresaliente del Paraguay por la Cámara Juniors en el año 2003- ha reafirmado el compromiso de la comunidad de Friesland con el respeto a los recursos naturales como agua, suelo, aire y desarrolla planes de reforestación que incluso inculcan a las comunidades vecinas con las que interactúa y con las que desarrolla el plan de Cooperación Vecinal en San Pedro (COVESAP).
Uno de los aspectos que justamente distingue de un modo especial a Friesland, es COVESAP en virtud del que 200 familias de ahí, cooperan con el desarrollo de más de 700 familias de poblaciones como Ríos Ruguá, San Alfredo, Carolina, Costa Tapiracuay, entre otras.
Vale decir que una familia mennonita coopera con más de tres familias de pobres y el objetivo no es otro que el de mostrar el camino para alcanzar un desarrollo más equilibrado en la zona.
En el proyecto de cooperación hay componentes educativos, sanitarios, organizativos, productivos, comerciales así como otros vinculados con el mejoramiento de la infraestructura caminera.
Gran parte de los fondos provienen de los colonos de Friesland que impulsados por sus principios bíblicos cumplen así una función que le corresponde al Estado paraguayo.
Para un país como el Paraguay en el que gran parte de la sociedad vive atrapada por la pobreza estructural, es interesante aprender de la vida de los mennonitas, para los que la pobreza –según lo han demostrado una y otra vez- siempre es meramente coyuntural.
Perseguidos por su radicalismo (exigencia de separación de Iglesia y Estado, negación al uso de armas, rechazo del servicio militar, etc.) los mennonitas, anabaptistas o anabautistas han sido perseguidos desde el siglo XV cuando fueron organizados por el ex sacerdote católico Menno Simons en Suiza y los Países Bajos.
Trabajadores, organizados, en suma, promotores de desarrollo han tenido sin embargo el apoyo de visionarios que vieron en ellos factores positivos y les abrieron espacios donde desarrollar su cultura y producir. Así fue en la antigua Prusia y en Rusia donde alcanzaron esplendor económico y cultural hasta que la Revolución Bolchevique los aplastó y debieron huir con lo que tenían puesto.
El gobierno paraguayo de la preguerra con Bolivia, invitó a los mennonitas que buscaban un lugar en el planeta donde desarrollar su cultura sin presiones. Sus exploradores llegaron hacia finales de la década del 20 y se manifestaron satisfechos con instalarse en el Chaco Central. Cuentan los memoriosos que llegaron en abril, justo cuando el Chaco es un vergel verde pletórico de naturaleza y belleza y quedaron entusiasmados.
De Rusia al Chaco
Sólo que cuando a finales de año, en pleno verano seco e inmisericorde, los rubios mennonitas pisaron suelo chaqueño, enfrentaron una situación adversa. De la fría Rusia al tórrido Chaco, muchos no soportaron el calor y la sequía y en esas circunstancias el sueño de la tierra prometida se convirtió para muchos de ellos en una pesadilla.
Poseedores de una fe inquebrantable, encontraron en la Biblia la fortaleza espiritual y moral para enfrentar la adversidad como ya aconteció en otros momentos de su historia. Se instalaron y cultivaron. Ataques de langostas aniquilaron sus primeras cosechas pero como la fe jamás los abandona da la impresión de que ninguna dificultad es suficiente para acobardarlos.
Como si no les faltaran complicaciones, cuando las cosechas empezaron a ser generosas, sobrevino la Guerra del Chaco contra Bolivia que se prolongó entre 1932 y 1935. Las colonias mennonitas del Chaco Central se convirtieron en un oasis de paz en un escenario de guerra y hoy son un portento de desarrollo moderno que convive en un mismo momento histórico y en un mismo espacio geográfico con comunidades de campesinos de tercer mundo y culturas de la edad de piedra a la que pertenecen tribus silvícolas que como tal vez no acontece en ninguna otra parte del mundo, aún no entraron en contacto con el hombre blanco. Nos referimos a los ayoreo totobiegosode.
En 1937, un grupo de mennonitas del Chaco creyó que tendría mejores perspectivas en la Región Oriental del Paraguay y fue así que 135 familias fundaron Friesland que ahora cumplió 70 años.
Allí y ahora, una comunidad de un poco más de 200 familias, cuenta con más de 65 mil hectáreas donde la producción apunta a rubros tales como soja, girasol, maíz, sorgo en el frente agrícola y en el frente ganadero la producción de carne y leche está creciendo en forma sostenida con un elevado índice de eficiencia. Algunos de los cultivos ya se hacen guiados por GPS.
Asimismo, la industrialización avanza a pasos agigantados en rubros vinculados con lácteos y derivados, alimentos balanceados, la exportación de carne y subproductos.
Compromiso con el medio y los vecinos
El doctor Hans Theodor Regier, presidente de la Cooperativa Agrícola Friesland Limitada y titular de la Asociación Civil que rige la vida de la comunidad –dicho sea de paso, distinguido como Joven Sobresaliente del Paraguay por la Cámara Juniors en el año 2003- ha reafirmado el compromiso de la comunidad de Friesland con el respeto a los recursos naturales como agua, suelo, aire y desarrolla planes de reforestación que incluso inculcan a las comunidades vecinas con las que interactúa y con las que desarrolla el plan de Cooperación Vecinal en San Pedro (COVESAP).
Uno de los aspectos que justamente distingue de un modo especial a Friesland, es COVESAP en virtud del que 200 familias de ahí, cooperan con el desarrollo de más de 700 familias de poblaciones como Ríos Ruguá, San Alfredo, Carolina, Costa Tapiracuay, entre otras.
Vale decir que una familia mennonita coopera con más de tres familias de pobres y el objetivo no es otro que el de mostrar el camino para alcanzar un desarrollo más equilibrado en la zona.
En el proyecto de cooperación hay componentes educativos, sanitarios, organizativos, productivos, comerciales así como otros vinculados con el mejoramiento de la infraestructura caminera.
Gran parte de los fondos provienen de los colonos de Friesland que impulsados por sus principios bíblicos cumplen así una función que le corresponde al Estado paraguayo.
Para un país como el Paraguay en el que gran parte de la sociedad vive atrapada por la pobreza estructural, es interesante aprender de la vida de los mennonitas, para los que la pobreza –según lo han demostrado una y otra vez- siempre es meramente coyuntural.
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