En los gobiernos anteriores al de Fernando Lugo la corrupción a nivel estatal era generadora de escándalos que se encadenaban unos con otros para mantener ocupada a la prensa con sus detalles más lamentables. Hoy esa cadena no existe pero la corrupción aparece en los medios, protagonizada por los ciudadanos y entonces ha llegado el momento de mirarnos con sentido crítico hacia adentro como sociedad y preguntarnos ¿a qué nos lleva esta realidad?
Un profesor universitario que aplazó a medio curso en una Universidad privada es reprendido por las autoridades de la casa de “altos” estudios.
Su actitud académicamente impecable es comercialmente incorrecta y amenaza con producir una emigración de estudiantes-clientes a otras universidades más benignas en términos académicos.
No hay aplazaos ni escalafón.
Por otro lado, la ciudadanía sufre las consecuencias de un semi paro del transporte colectivo. Los empresarios del sector protestan porque la tarifa de pasajes es insuficiente y presionan al Gobierno para que decida un ajuste.
Un fenómeno cultural
Curiosamente esa situación es agravada porque en la manifestación de una solidaridad tramposa, hay pasajeros que antes de bajar devuelven el boleto de pasaje para que los conductores-cobradores estafen a sus empleadores.
Los pasajeros que actúan de ese modo, no toman en cuenta de que son cómplices de un robo que finalmente los victimizan con la baja calidad del servicio de transporte colectivo.
Mientras todo esto acontece, se comentan los alarmantes niveles de copiatinas en los exámenes y el fraude es cometido con ayuda de celulares y otras tecnologías.
Se habla de que unos 100 mil ciudadanos instalaron en sus casas antenas parabólicas que piratean señales de compañías como HBO, CNN, ESPN y otras empresas de la información y el entretenimiento.
Ese acto ilícito, ese robo, es visto como una expresión de picardía, un episodio inteligente y nadie se siente culpable.
Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón. Mezclado con Don Carlos van Don Bosco y Mberu'í, Hortensia y Monseñor, Don Chicho y Napoleón.
Debemos sacudirnos
Los proveedores de tecnología para piratear, publican sus avisos en los medios ante la vista de todos y la justicia dice no encontrar motivos para intervenir.
Un abogado que pleitea contra el avance de la piratería de señales, cuenta que un juez le expuso que “es injusto perseguir a la gente por entretenerse o por ver televisión”.
Sorprendente enfoque angelical del robo de señales satelitales para deleite y disfrute de la gente en un marco de impunidad.
¿Qué sociedad estamos construyendo?¿A dónde nos lleva este perverso modo de ver la existencia? Da lo mismo que seas cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.
Hay una penosa contaminación de nuestra conducta social. La corrupción lesiona la dignidad, restringe la libertad y es sinónimo de injusticia, agravada por la impunidad.
La corrupción crea e impone un poder artificial, material e inmoral. Desvirtúa la iniciativa privada y la libre competencia altera el escenario en que deberían triunfar los mejores. Lo mismo un burro que un gran profesor.
Estamos dejando ir un proceso turbio que impregna los más diversos quehaceres internos y los medios masivos han perdido la capacidad de levantar un espejo a la sociedad para que se mire en él.
Seguiremos reflexionando.
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