Hay veces que el “tengo la conciencia tranquila” o el “sin comentarios” son absolutamente insuficientes para liberar de sombras el currículo de las personas. Alejandro Hamed Franco no tiene las condiciones para ser canciller de la República del Paraguay por las irregularidades que cometió en la expedición de visas paraguayas cuando era embajador en Líbano. Es más, ha mentido al pretender explicar su accionar.
Un informe confeccionado por la jefatura de Asuntos Consulares del Ministerio de Relaciones Exteriores y hecho público ahora, indica que de mediados de mayo a mediados de junio del 2006 la Embajada paraguaya en el Líbano, a cargo de Hamed Franco, otorgó al menos 33 visados a libaneses, algunos de ellos sin el aval de informes previos de la INTERPOL de nuestro país y sin los datos de la Secretaría de Prevención e Investigación del Terrorismo (Seprinte).
Hamed mintió cuando dijo que las visas fueron concedidas en circunstancias de urgencia a ciudadanos árabes y por cuestiones humanitarias durante la guerra entre el Líbano e Israel que se extendió desde el 18 de julio hasta el 22 de agosto del 2006. Los permisos irregulares fueron concedidos entre mayo y junio, es decir, antes de la guerra.
No reune condiciones que el propio Lugo estableció
Fernando Lugo prometió cambio, limpieza, transparencia y honestidad como estilos de gobierno. En la noche de su victoria electoral, dirigiéndose a la nación expuso que la democracia la construimos todos e hizo un histórico reclamo a la ciudadanía: Por favor, no nos dejen solos.
Pues justamente en aras de no dejarlo sólo, ponemos nuestra cuota y le recordamos las promesas del rescate de valores por parte de su gobierno. Nombró a Alejandro Hamed Franco como su futuro canciller y no reúne las condiciones de transparencia que Lugo prometió para su gobierno.
No vale la pena aferrarse a errores. Es inconveniente empezar el gobierno con piedras en el camino con las que va a tropezar una y otra vez. No dudamos de la capacidad intelectual ni la calidad de diplomático de Hamed Franco pero cuando se percibe que el “tengo la conciencia tranquila” es una mera frase de circunstancia, lanzada en forma inconsistente como último recurso y ante la carencia de argumentos sólidos, es que estamos ante un caso que no tiene redención.
Hamed Franco tiene la oportunidad de rechazar con gratitud el nombramiento y liberar a Fernando Lugo de una tarea ingrata. Empecinarse, no tiene sentido.
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