Una cepa mortal del bacilo Escherichia coli, crea pánico en Alemania y otros países europeos y la situación se agrava porque no se sabe la fuente proveedora del temido microbio. Por error, laboratorios germanos atribuyeron la maldición a los pepinos españoles. Inmediatamente se suspendieron las compras de tales curcubitáceas y las pérdidas de los productores fueron millonarias.
La mala fama de los pepinos españoles corrió como reguero de pólvora hasta que los científicos rectificaron la información y dijeron que los culpables de la diseminación de la diarrea sangrienta no eran los productos hispánicos que normalmente se usan en la elaboración de ensaladas, encurtidos y una popular sopa de pepinos.
El daño económico estaba hecho y hoy la Unión Europea propone compensar a los pepineros de España contrariados e injustamente odiados con unos 150 millones de euros que lo consideran poco dinero. Ya se pondrán de acuerdo sobre la suma justa pero el punto nos debe abrir los ojos a quienes somos exportadores de alimentos.
Ocurre que luego de culparle a los pepinos, dando manotazos de ciegos, los científicos sospecharon de unos derivados de soja europea y nos preguntamos qué pasaría si en un día de estos ante otro brote de enfermedad atribuible a rubros agrícolas, desconfían de alimentos provenientes de nuestras comarcas.
Somos octavos exportadores mundiales de carne y cuartos o quintos exportadores mundiales de soja. Crecemos en la comercialización externa de maíz, bananas, sandías y otras frutas y hortalizas.
Una diarrea en Europa puede significar pérdidas multimillonarias para nuestra economía. Esto nos indica lo serios y cuidadosos que debemos ser como productores y exportadores
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