Esta es una discusión que no solo se da en Europa sino que en países de la región. Neymar no está desesperado por ir al Real Madrid porque el Santos le paga un salario de nivel europeo. Muchos jugadores paraguayos con salarios “imposibles” aceptan volver al origen por un dinero que para nuestra realidad es desmesurado.
30 mil dólares de salario de un futbolista, aunque el dólar esté en picada, es una enormidad si consideramos que la recaudación de un partido de primera a veces no llega a mil dólares.
Como aficionados al fútbol nos entusiasmamos porque vengan jugadores importantes. Como en todas partes, los amantes del deporte queremos resultados y no hay articulación entre lo que preparan las canteras y la presión de los resultados deseados.
Si antes éramos fundamentalmente productores y exportadores de futbolistas, ahora también somos importadores. La globalización nos ha cambiado.
Sin embargo los planteles se han cotizado enormemente y está claro que hay paganinis (mecenas) que ponen el dinero pero da la impresión de que nos dirigimos hacia una situación de default futbolístico, una norteamericanización del deporte.
Muchas inversiones son realmente apuestas a que una transferencia importante o una conquista incomparable generen los recursos para tapar los agujeros.
Pero, si tales circunstancias no se dan, sabemos que los paganinis un día se enojan o acosados por las críticas terminan acobardándose y los juramentos de amor eterno que hicieron cuando decidieron gastar su dinero, se olvidan y los balances arrojan enormes deudas que se contrajeron con amor y ahora se reclaman con desamor.
Por de pronto, ahí están Dante López, Pájaro Benítez, Zeballos, entre muchos otros nombres de jugadores, presionando sobre la billetera de los clubes y sus mecenas.
¿Será que un buen día, si los resultados no llegan surjan tal vez proyectos de leyes para que Itaipú o Yacyretá verdaderos cajeros automáticos de nuestra economía, salven la plata que unos irresponsables dilapidaron en sueños insustentables?
Estas historias, uno sabe cómo comienzan pero no, como terminan....
El ciudadano Carloncho
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