En un mismo escenario geográfico conviven culturas de la edad de piedra y posmodernas y ambas interactúan y se complementan. El factor que los une es lo que para simplificar, denominaríamos conductas colectivistas.
Para los aborígenes lo que un miembro de la tribu caza no es de él o su familia sino que pertenece al grupo. Los menonitas son cooperativistas, tienen una formación solidaria y eso los aproxima y hace que trabajen conjuntamente. Los menonitas ayudan a los aborígenes a progresar en el mundo moderno y los ayudan a organizar y poner en funcionamiento cooperativas de producción y consumo que hoy son exitosas.
El punto es que los menonitas manejan la caja de la cooperativa indígena. Esto porque aquellos no han logrado todavía “modernizar” su sentido de la propiedad y el dinero si bien es de todos en un negocio cooperativo, debe ser administrado según pautas diferentes a la de repartirlo simplemente cuando un miembro de la tribu viene a reclamar su parte como si fuera un producto de la caza.
Cuando el Presidente de Petropar declara ¿le negarías trabajo al hijo de tu hermano?, refiriéndose a un cargo público al que muchos aspiran y debe ser asignado por concurso, mentalmente es aborigen cazador-recolector y por ende se convierte en un peligro para la administración pública.
Claro porque usa un recurso que es de todos los ciudadanos con un sentido ventajista, egoísta, para beneficio familiar. Viola la Ley de la Función Pública y debe ser penado.
El problema es que difícilmente puedan actuar contra él
porque el propio Presidente de la República Federico Franco, nombró a parientes
en cargos públicos.
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