Si Federico
Franco organiza una fiesta en Mburuvicharoga (la casa del cacique, en idioma guaraní) en su carácter de Presidente de la República, tiene todo el derecho de hacerlo pero, si organiza la boda de su
hijo en ese local, se convierte en uso particular de un bien público.
Si
funcionarios públicos son detenidos en las carreteras por el uso particular de
un vehículo del Estado, estamos ante una situación similar, si el Presidente
lleva a cabo la fiesta que esta organizando para el 5 de octubre.
En tiempos
pasados ha sido la perversa constante de los Jefes de Estado, mezclar las cosas
hasta perderse la frontera entre los gastos personales y gastos del Estado, con
lo que los contribuyentes terminábamos abonando diversiones cuyo financiamiento
por parte nuestra configuraba un abuso, una estafa.
Pero con la
llegada de Fernando Lugo, la ciudadanía empezó a recordarle que había encarnado
la figura del cambio y que era momento de cambiar con visión de futuro,
practicas irrespetuosas del derecho de los demás ciudadanos.
Entonces, en
el 2009 cuando su sobrino Blas Daniel Maidana Lugo -Hijo de Mercedes Lugo,
primera dama de la Nación en aquel entonces- tuvo la misma intención de
realizar su fiesta de bodas en Mburuvicharoga, la gente le dijo no Señor. Páguense un lugar privado porque ahí no corresponde.
Lo cierto
es que las finas tarjetas confeccionadas con la sede de la fiesta, al final fue
solo para el recuerdo porque los que ya habían recibido la invitación tuvieron
un “recall” sobre el cambio de local de la fiesta y aquellas tarjetas que aun
no se habían entregado, llevaron un sobreimpreso de la nueva sede: el elegante
Club Rakiura.
Si Federico
aun no hizo confeccionar las tarjetas, esta a tiempo de ver un nuevo local y
pagarse de su bolsillo el alquiler o quien sabe, cargarlo a gastos reservados
del Presidente pero al menos mantener las formas respetuosas de sus deberes públicos
y decidir cuanto antes el cambio de sede de la boda de su hijo Iván Alejandro
Franco Alfaro a quien las bendiciones de Dios le lluevan junto a su consorte, Liz Leticia Vera Bogarín.
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