Sesenta años del Partido Colorado en el poder, en Paraguay, han cerrado su ciclo. Se ha perdido la capacidad de gobernar y lo que más bien existe es simplemente una capacidad para controlar las herramientas continuistas. Vale decir, no un mérito democrático sino que un uso tramposo del poder para controlar circuitos estratégicos capaces de hacer que la justicia responda a intereses y no a derechos.
Durante muchos meses, el Presidente de
Pero mucho más que eso, el senador colorado Juan Carlos Galaverna reconoció que en las elecciones internas de mediados de la década pasada, el ganador legítimo fue el asesinado Luis María Argaña y no Juan Carlos Wasmosy quien por vías espurias alcanzó finalmente la primera magistratura de la nación.
Entonces, si el poder se usa fundamentalmente para monopolizar el poder sólo hay una fachada democrática. Ya se han hecho sospechosos nombramientos en la justicia electoral paraguaya, a fin de preparase un terreno que puede ser funesto para deslegitimar los resultados genuinos de las urnas en las elecciones presidenciales de abril.
Concentración del poder - instituciones débiles. Este es el cóctel apropiado para la perpetuación tal como lo ha planteado el Partido Colorado y como lo dijo el propio Argaña en su momento, puede candidatar al Pato Donald y ganar las elecciones. Más claro, agua.
Los ciudadanos paraguayos adeudan una transformación profunda para que dejen de ser simplemente electores por un día para luego convertirse en sujetos pasivos por años o simples espectadores más o menos distraídos, o peor aún: súbditos apáticos, carentes un papel activo por lo menos como "opinión pública crítica".
Necesitamos cambiar para que las cosas cambien.
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