lunes, noviembre 29, 2010

El barcito de Humberto Domínguez Dibb

Cuando llegué al Diario Hoy y me presentaron a Humberto Dominguez Dibb, el dueño, me llamó la atención el lugar especial que ocupaba el barcito que estaba a la entrada de su oficina. Sabía de las debilidades de HDD y me pareció particularmente bello el lugar, el buen gusto de ese microclima a donde el hombre iba a servirse unos tragos, ahí a media luz, tal vez a la hora del desayuno, de la media mañana, al mediodía y en realidad a cualquier hora.

HDD se había agenciado un espacio donde ejercía una suerte de ritual, sentado como en la barra de un bar en unos banquitos con patas de metal que de un modo respetuoso rompían la armonía con el bambú de la barra.
Curiosamente, no había una discordancia visual que golpeara la vista sino que, a mi al menos me planteaba una hermosa transgresión mobiliaria que vendría a ser como la extensión de la transgresión del trago incontenido en la dirección de una redacción de diario.
Pero era un lugar de paz, no se puede negar, de modo que las veces que podía y cuando “el dire” no estaba, iba a sentarme al banquito y lucubrar artículos en ese lugar a media luz que para mi no tenía connotaciones espirituosas sino que estrictamente periodísticas.
Alguna vez, estando ahí, el mozo de HDD me hizo una broma y me preguntó si me apetecía algún vodka con limón y siguiendo la broma le pedí simplemente el limón sin lo otro y me trajo una limonada.
La vida me llevó por otros senderos y cuando luego de la partida de HDD se hizo una renovación mobiliaria y tecnológica de la redacción principalmente.
Andaba queriendo una máquina de escribir y casi por casualidad me dijeron que había un depósito allá frente al Jardín Botánico a donde podría ir a echarle un vistazo a las máquinas “Facit”.
Fui y entre los trastos viejos apareció ante mi vista el barcito aquel, atelarañado y maltratado, deslucido y desvalorizado. Olvidé que había ido a por una máquina mecanográfica.
Había salido de casa con la idea de traer una “Facit” de modo que cuando retorné escuché en torno de reproche: “¿qué clase de máquina de escribir es esa?”
Han pasado los años. En estos días tengo una reunión festiva en casa y saqué la barra para darle una mano de barniz. No pude contener recuerdos.
Al final, navegando en medio de aquellas efemérides, lancé una mirada recelosa al mueble pensando que fue un lugar que marcó el trayecto al final a una vida -entonces la del “primer yerno de país- que se desperdició detrás de vanidades.
Al menos, rescaté ese mueble que vengo a confesar sin necesidad de hacerlo, que lo uso con fines más llevaderos y lo expongo en el blog para los nostálgicos de aquel Diario Hoy con los que de tanto en tanto me encuentro.

4 comentarios:

  1. y que ha pasado con HDD?? Es cierto que su casa es la que esta sobre la Avda Aviadores ? quiero saber mas sobre esta persona. arture_77@hotmail.com

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    1. Claro que era su ks. Y 100pre. Se escuhan ruidos estraños en su ks. Como fantasmas o espiritud del mas halla.

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  2. HDD fallecion en el 90 ya... si era su casa

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  3. En la mezquita -su casa- una noche de cumpleaños HDD mandó imprimir billetes de utilería de varias denominaciones. Cuando estaban todos los invitados entre ellos ministros del Poder Ejecutivo, parlamentarios, personalidades, el cumpleañero agradeció la presencia de todos y tomó los fajos de billetes y dijo: "Gracias a todos por acompañarme hoy y va y va un regalo para todos ustedes" y empezó a lanzar por los aires los billetes.

    Inmediatamente se apagó la luz y todos, ministros, parlamentarios, todos, comenzaron a gatear en la oscuridad en busca de los billetes. Se prendió de nuevo la luz mostrando a la gente atrpando, sin saber, superfluos billetes de utilería, vanas esperanzas....broma pesada.

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