Cada vez que se conoce un caso de nepotismo en el gobierno, la prensa y los políticos se preguntan qué hace la Ministra de la Función Pública Lilian Soto (foto). Antes que nada resaltan el conflicto entre los principios que sustenta la Institución Secretaría de la Función Pública con la manera de ejercerse el poder.
Cuando el nepótico personaje es un sobrino del Presidente Lugo, los medios deslizan de inmediato con intencionalidad el hecho de que un funcionario inferior sea incapaz de poner a raya la actitud de un superior.
Es decir, en vez de arropar el esfuerzo encaminado a eliminar los vicios en la gestión pública, apoyarlo y fortalecerlo, se intenta denigrar la estructuración de políticas públicas conducentes.
No entiendo el propósito de desacreditar esfuerzos que apuntan a la solución de los males que afectan a nuestra sociedad. Cuando más se necesita apuntalar iniciativas positivas y correctamente orientadas, aparece el vilipendio.
He prestado servicios en la Secretaría de la Función Pública y ha sido una de las mejores experiencias laborales que he tenido porque, las críticas y cuestionamientos que formulé como periodista de medios a la gestión del funcionariado público, tuve la ocasión de vivirlas, afrontarlas y contribuir a tratarlas desde el escenario desde donde se estructuran nuevas políticas para corregir históricos vicios de gestión que tienen que ver con el nepotismo, el patrimonialistmo, el amiguismo que desvían el esfuerzo del trabajo público hacia el beneficio personal del funcionario, de su círculo de amigos y parientes o de su partido político.
Encaminar una extraordinaria transformación cultural como la que el funcionariado público paraguayo emprende en estos tiempos, desde una Secretaría pequeña y de no más de 80 funcionarios, es un mérito de un equipo de trabajo muy competitivo que se ha formado en la SFP e impulsado por un nivel de compromiso que es mérito de la capacidad gerencial que ha manifestado Lilian Soto.
Me impulsa a escribir este artículo la lectura de abordajes mediáticos en torno a la presentación por parte de la SFP de un proyecto de Código de Ética de la Función Pública al que curiosamente algunos lo presentan bajo un manto de sospecha.
¿Por qué? A todas luces se busca instaurar una gestión sujeta a principios que frecuentemente han sido pisoteados en nuestro país con un tremendo daño a la convivencia entre paraguayos y las perspectivas de un desarrollo más acelerado y equitativo.
Cuestiono el hecho de que a pesar de que indiscutiblemente un Código de Ética es necesario urgentemente, han surgido voces que ven “aspectos oscuros”, presuntas segundas intenciones para empezar a tirotear contra algo que merece una bienvenida con aplausos y en medio de una sensación de alivio colectivo.
No entiendo el masoquismo mediático sino como un hecho que se manifiesta debido a gravisima ausencia de autocrítica.
Es funesto para los grandes objetivos que la prensa no perciba su extraordinario lado positivo y exponga simplemente una visión minúscula que en vez de mostrar la magnificencia de la playa, repare en supuestos guijarros que la invalidan como lugar de disfrute.
Es francamente preocupante que se exterioricen temores hacia un Código de Ética que de antemano se dice, será sometido a 2 meses de discusiones.
Vamos por mal camino si tememos a la ética.
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