El costado más perverso del clientelismo político que fue un sistema de gobierno en los últimos 60 años del Paraguay, hasta que el partido Colorado perdió las elecciones presidenciales del 2008 se empieza a exponer a partir de ahora. El acoso sexual en la administración del Estado es también una desviación perversa del clientelismo. En un principio se trataba de incorporar a un trabajo estatal al correligionario y luego a personas del sexo opuesto pero no ya por méritos partidarios sino por “favores colaterales”.
Estos hechos acaban de surgir de un taller sobre acoso sexual que la oficina paraguaya de Itaipú Binacional organizó con muy buen criterio y dio inicio, tal vez sin quererlo a una dinámica que no debería detenerse y por el contrario, continuar en las demás oficinas del Estado para plantear y discutir un problema que existe y que no se lo aborda abiertamente.
Muchos derechos humanos están siendo pisoteados por la presencia de acosadores y también de acosadoras, aunque es honesto reconocerlo, en mucho menor escala las acosadoras. Pero esto no ocurre sólo
Entonces, el clientelismo político inicialmente sólo implicaba una relación de favor entre el empleador que utilizaba el cargo público para concederlo como contraprestación a su tarea electoralista, a un partidario político o una partidaria pero el manejo discrecional del poder se desvió luego a su uso para la obtención de favores sexuales, pagados con cargos de los que los administradores públicos se apropiaban para usar como moneda de pago.
Y esto ya no como una política de gobierno –que si era el clientelismo político- sino que como una zafaduría, un descaro del más elevado índice de desfachatez que una persona puede alcanzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario