Foto:abc color
Como un dromedario consumió líquidos, en este caso alcohol y entró en coma alcohólico. El joven de 18 años participaba de la “ceremonia de bautismo” en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Asunción, donde uno de los números era la libación.
De inmediato todas las acusaciones apuntaron a los estudiantes organizadores de la batahola pero la víctima cooperó y finalmente para nosotros resulta ser el principal responsable de su drama.
Nadie está obligado a consumir alcohol si no lo quiere y en cantidades que tampoco acepta. Si el afectado empinó el codo y más grave aún, más de la cuenta, a sus 18 años es consciente de lo que hace o lo que está por hacer.
Si no acepta las condiciones que le imponen, tiene la libertad de no hacerlo y si teme que luego –su negativa a consumir del modo que las reglas del "bautismo" lo establecen- lo expondrán al escarnio de sus iguales, sabe perfectamente que su salud y su vida están por encima de todo.
Ya habrá maneras de protegerse de algún tipo de persecución estudiantil por no haberse sometido al riesgo de perder la vida. Si a sus 18 años Kevin Arce, no sabía a lo que se exponía, sus padres deben estar muy preocupados.
La opinión pública se levantó contra los organizadores del “bautismo” y nos sumamos a esa protesta instalada en la porción consciente de la sociedad. Sin embargo, somos del parecer de que la perversidad de una fiesta, no implica el sometimiento ineludible del asistente.
Hemos pasado por circunstancias así aunque en nuestros tiempos de dictadura y de mayor control social, otros eran los parámetros que si bien escandalizaban a la gente, cabe exponer que era nomás una sociedad muy escandalizable a juzgar por los niveles de estupidez y barbaridad que hoy están de moda. Aquello era como fiesta de monjas frente a lo que hoy se ve.
Celebramos que Kevin Arce se esté recuperando de la borrachera límite que protagonizó. Es tiempo de que los centros estudiantiles tomen nota y superen esta etapa de magna estulticia y que los alumnos que ingresan a las distintas facultades tengan la visión de medir el riesgo y tomar sus decisiones de un modo racional. No pedimos nada extraordinario para jóvenes de 18 años.
Como un dromedario consumió líquidos, en este caso alcohol y entró en coma alcohólico. El joven de 18 años participaba de la “ceremonia de bautismo” en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Asunción, donde uno de los números era la libación.
De inmediato todas las acusaciones apuntaron a los estudiantes organizadores de la batahola pero la víctima cooperó y finalmente para nosotros resulta ser el principal responsable de su drama.
Nadie está obligado a consumir alcohol si no lo quiere y en cantidades que tampoco acepta. Si el afectado empinó el codo y más grave aún, más de la cuenta, a sus 18 años es consciente de lo que hace o lo que está por hacer.
Si no acepta las condiciones que le imponen, tiene la libertad de no hacerlo y si teme que luego –su negativa a consumir del modo que las reglas del "bautismo" lo establecen- lo expondrán al escarnio de sus iguales, sabe perfectamente que su salud y su vida están por encima de todo.
Ya habrá maneras de protegerse de algún tipo de persecución estudiantil por no haberse sometido al riesgo de perder la vida. Si a sus 18 años Kevin Arce, no sabía a lo que se exponía, sus padres deben estar muy preocupados.
La opinión pública se levantó contra los organizadores del “bautismo” y nos sumamos a esa protesta instalada en la porción consciente de la sociedad. Sin embargo, somos del parecer de que la perversidad de una fiesta, no implica el sometimiento ineludible del asistente.
Hemos pasado por circunstancias así aunque en nuestros tiempos de dictadura y de mayor control social, otros eran los parámetros que si bien escandalizaban a la gente, cabe exponer que era nomás una sociedad muy escandalizable a juzgar por los niveles de estupidez y barbaridad que hoy están de moda. Aquello era como fiesta de monjas frente a lo que hoy se ve.
Celebramos que Kevin Arce se esté recuperando de la borrachera límite que protagonizó. Es tiempo de que los centros estudiantiles tomen nota y superen esta etapa de magna estulticia y que los alumnos que ingresan a las distintas facultades tengan la visión de medir el riesgo y tomar sus decisiones de un modo racional. No pedimos nada extraordinario para jóvenes de 18 años.
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