Basado en un fenómeno que se manifiesta alrededor del mundo,la revista norteamericana “Time” nombró al ciudadano manifestante o “indignado” como el Hombre del Año 2011. Con notable visión recogió la figura de anónimos hombres y mujeres de todo el mundo que derribaron gobiernos y llevaron un sentido de democracia y dignidad a gente que no lo tenía antes. Gente que ya está cambiando y que cambiará la historia en el futuro.
En función de las angustias y el contexto cultural, puede que haya perfiles diferentes del manifestante aquí o en Samotracia. Vemos que algunos se suicidan a lo Bonzo y le dan un dramatismo mayor a la protesta pero nadie sale armado a manifestar su condena y su hartazgo.
En nuestro país la última movilización callejera, pacífica, masiva y eficaz tuvo el valor de convertirse en un gesto colectivo definitorio de este tiempo. Hay demasiada frustración en el ambiente y mientras los políticos se enriquecen, los demás nos damos cuenta de que estamos pagando sus locuras.
Queda una sensación de que si metemos la pata en las urnas, nos queda la calle como un correctivo efectivo. El poder está con nos. La protesta se ha vuelto fuerza porque no terminará simplemente en un griterío pasajero.
Ese griterío se sustenta en el concepto de que fuimos nosotros los que los pusimos en sillas de autoridad y tenemos el poder de retirar sus asentaderas, de esas sillas y aún mucho más que eso. Tomamos nota de quiénes son para ponerlos en una lista negra.
Está claro que de este modo, la historia terminará narrando mejores historias.
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