La consulta popular es una herramienta de la democracia que permite al gobierno y la nación tener la clara percepción de la más genuina opinión pública en torno a cuestiones de vital importancia en la vida de la República. Siendo un instrumento democrático, es curioso que los parlamentarios paraguayos expongan pánico ante la perspectiva de evaluarse la apreciación ciudadana en torno a la calidad de su gestión.
El Presidente del Congreso Nacional ve temores dictatoriales en la posibilidad de que se evalúe la calidad de la gestión legislativa en un momento en que el Congreso, la instancia más democrática de las instituciones hoy vigentes en el país, tiene un raro comportamiento en virtud del que rechaza leyes que permitirán al Ejecutivo recaudar fondos (por ejemplo el Impuesto a la Renta Personal) y por otro le carga de leyes que van a requerir de muchos fondos como la que establece pensiones para personas de la tercera edad en condiciones de pobreza.
Todo sabiéndose que el 40% de la población vive bajo la línea de pobreza.
Una decisión así tiene un indiscutible marco perverso pues reduce el espacio de maniobras al gobierno en un momento en que se reclama además un plan anticrisis que requiere de prestamos internacionales y por ende de fondos para pagarlos.
Hay severas dudas de que la actitud parlamentaria represente fielmente la expectativa ciudadana y es evidente que una consulta popular podría dejar al descubierto que los genuinos representantes del pueblo, no son genuinos defensores de los intereses del pueblo.
Si la consulta popular es un mecanismo de participación ciudadana, resulta patético que los parlamentarios digan que es un instrumento dictatorial.
Lo menos que se puede exigirles es que se hagan cargo de su conducta corporativa y se sometan al veredicto ciudadano.
Por qué quitarnos un derecho a los electores y por qué atribuirnos un propósito maligno.
Que se sepa nuestra opinión. Eso es democracia.
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