El gobierno paraguayo anunció que destinará unos 5 millones de dólares para mitigar la situación que enfrentan el Chaco y sus pobladores como consecuencia de una sequía de 6 meses. El gobierno y pueblo norteamericanos anunciaron una donación de 50 mil dólares y poco después, Hugo Chávez anunció una donación de un millón de dólares.
Deliberadamente, el presidente venezolano había jugado con resaltar una ironía que ejerce un efecto devastador sobre la imagen norteamericana en el sector del público que no toma en consideración los contextos y repara sólo en el hecho en si.
Y claro, están quienes sonríen ante el sarcasmo, entendiendo que el jugoso aporte de Chávez conlleva un escamoteo a la ayuda que el gobierno venezolano pudo haber orientado a causas venezolanas nobles y sin embargo Chávez decidió la ayuda tal vez más motivado por el impacto comunicacional que su gesto produce.
Están también quienes valoran una ayuda según su visceral inquietud por enfrentar con éxito la dureza del drama de las cosechas que fracasan, los hatos que sufren y la economía que se resiente y no está en la situación de analizar los entretelones políticos o geopolíticos de la asistencia.
Y están los que sacan sus conclusiones tal cual vienen y -por qué no- según su orientación ideológica y razonan que los 50 mil dólares son la demostración del espíritu solidario de la sociedad y gobierno norteamericanos y el millón de dólares, la demostración del espíritu solidario de Hugo Chávez.
Ponen las cifras en la balanza y orientan su aplauso o su sensación de chasco según lo que indica esa balanza.
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