Hemos señalado en el artículo anterior que la derecha paraguaya ha sido excluyente en su visión-país si es que la ha tenido. La existencia de un país de dos velocidades es achacable a un enfoque egoísta ejercido durante varias décadas y más que nunca tiene vigencia el concepto de que no pueden existir empresas exitosas en sociedades fracasadas.
En Paraguay hay sectores con orejeras que desean fervientemente que todo el aparato represivo del Estado se alíe a sus intereses en base a un concepto basado en la exclusión maniqueísta.
Como lo señalaba profundamente el pensador colombiano Bernardo Toro ante un grupo de empresarios paraguayos, ellos deben pensar que en una sociedad “o nos va bien a todos, o a nadie”.
Los empresarios están pidiendo ahora la interpelación de los funcionarios públicos para ver qué están haciendo por la seguridad de sus empresas en el campo. Habría que interpelar a los empresarios para saber qué hicieron para combatir ese proceso de empobrecimiento que ha marginado a un amplio sector de la sociedad.
No son los únicos culpables pero tampoco se puede culpabilizar solamente a los oprimidos de la inseguridad en el campo. Los excluidos también quieren participar y benditos sean porque quieren ser participes y ser incluidos.
Militarizar el conflicto es una locura
Justicia no es simplemente sacar a las Fuerzas Armadas a atacar a unos para que los otros vivan tranquilos como se está planteando.
Justicia es administrar la realidad para establecer pautas equitativas de convivencia nacional.
Del mismo modo que no se puede plantear soluciones militares para instaurar equidad en las transacciones hidroenergéticas con Brasil, no cabe plantear soluciones militares en el conflicto campesino. Sería una locura militarizar ambos conflictos.
En ambos casos lo ideal es buscar salidas conversadas, negociadas. Eso es justicia y no el garrote para los excluidos.
Nos da pena que los productores estén angustiados. No es ese el país que deseamos para nadie pero justamente si antes el poder corrupto estuvo de parte de los de arriba y con esa alianza se perpetuó un esquema de injusticia, no es posible pensar en soluciones “a la antigua” sino que razonar y ver como ser incluyentes y no excluyentes y meramente garroteros.
Se ruega dejar las armas afuera
No hay soluciones mágicas. Hay que ir desarmados a las reuniones y con los oídos abiertos a escuchar a los demás y no simplemente acallarlos. No es esa la solución que el resto de la sociedad desea.
Lamentablemente la clase media paraguaya no tiene portavoces para hacer escuchar su pensamiento pero sin que me arrogue ese rol de portavoz de ese segmento importante de la sociedad, abogo por salidas negociadas, equitativas, justas.
Es lo que votamos. Es lo que la sociedad decidió el 20 de abril y quienes así no lo interpretan deben reflexionar profundamente.
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