sábado, agosto 14, 2010

Ocaso del Estado patrimonialista 3: Como frenamos el acoso de los partidos sobre los recursos públicos


Video con la frase patrimonialista: "Podemos entregar Itaipú y Yacyretá (administración de un ente público con sus multimillonarios recursos) a Castiglioni (rival político) para salvar al partido y al país" (partido y país, en un mismo nivel).

Los partidos políticos se financian de varias maneras pero al menos cuatro o cinco fuentes provienen directamente del Estado y mencionamos dos: 1- los multimillonarios subsidios directos y 2- los cargos que crean y distribuyen entre sus correligionarios los que acceden al poder ¿Tendrían entonces interés los partidos políticos en modificar las condiciones de discrecionalidad en el manejo de recursos públicos a su favor? De buenas a primeras no.

Los concursos públicos de oposición para acceder a un cargo público, rompen el esquema clientelista porque bloquean la posibilidad de los gobernantes de seguir usando el aparato público como agencia de empleo de correligionarios a no ser que digan a sus correligionarios que se capaciten para que la distribución de cuotas se haga por esa vía pero, todos pueden percibir que “no es como antes”.
El ingreso por concurso logra la profesionalización de la función pública y se instaura entonces una burocracia en le buen sentido de la palabra. Nos referimos a la estructura de organización guiada por procedimientos claros y regularizados con división de responsabilidades y propósitos bien definidios con vistas a la atención de las demandas ciudadanas.

Suena el teléfono
Cuando en una oficina pública, suena incesantemente el teléfono y nadie se considera con la responsabilidad de atenderlo, es que en esa oficina no hay una conciencia clara de para qué están los “funcionarios públicos” y ésta es otra expresión elusiva de responsabilidades. Más que funcionario, es un servidor público pero no lo entiende así.
Sin embargo, el burócrata profesional es un trabajador cuyo patrón final es el ciudadano. Tal como funcionan hoy las cosas en Paraguay, el “burócrata” es un empleado del político que lo nombró. No es un servidor público sino que un servidor de su benefactor.
Insisto en esto porque siempre hay que hacer salvedades. No todos los funcionarios públicos paraguayos están ahí por méritos políticos. Hay gente muy capaz que ha realizado cursos de alto nivel en el exterior y que está al día en su formación profesional. No es posible generalizar.

El abuso clientelar
El sistema vigente permite que acontezca lo que ocurre por ejemplo en la Municipalidad de Asunción.
Alguna vez tuvo 200 empleados pero cada intendente fue trayendo a sus partidarios primero como “personas de confianza” que luego se incorporaron como funcionarios permanentes y así cada uno fue aportando su grano de clientelismo hasta tener un armatoste de 5 mil funcionarios o tal vez más.
Cuando el intendente Enrique Riera en un gesto de sinceridad dijo aquí sobran miles y empecemos liberándonos de 800, se armó un escándalo y la “justicia” le impidió seguir con su plan.
Después de Riera vino Evanhy y ahora provisionalmente llegó otro que según los medios ya está procediendo según los manuales clientelistas.
Qué es lo que puede detener este modo perverso de acoso a los recursos públicos. Dos de las fuerzas de freno están del lado cívico: la opinión pública y la acción pública.
Algunos sostienen que ambas son una cosa pero disiento. Para mi opinión pública tiene que ver con la tendencia dominante de opinión ciudadana que eventualmente puede desencadenar una acción.
Hoy se publica que el presidente de un ente estatal concedió un crédito a un hermano, al más puro estilo patrimonialista y corrupto y decimos simplemente: Que bandido!
Nuestra opinión pública se manifiesta de ese modo cuando deberíamos salir en masa -acción pública- a reclamar la reposición del dinero primero y la destitución del funcionario clientelista después.
Cuando asumamos actitudes seguidas como estas, los corruptos terminarán entendiendo que los procedimientos antiguos ya no son válidos. La sociedad ha madurado y ya no se puede robar fácilmente y si se roba, hay un costo que se tiene que pagar.

(Siguiente artículo, la informática contra el clientelismo)

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