No prosperó el primer intento de juicio político a Fernando Lugo. Desearíamos asegurar que fue como consecuencia de la madurez política y el compromiso de los partidos de fortalecer el proceso democrático iniciado el 20 de abril del 2008 cuando la ciudadanía decidió poner punto final a más de 60 años de monopolio del poder en manos del Partido Colorado.
Nos tienta la idea de decir con mayúsculas que estamos orgullosos de los parlamentarios que han enterrado antes de nacer la intención del juicio político a Fernando Lugo sin existir causas sólidas.
No se imaginan el ferviente deseo que tenemos de entender románticamente que eso ha sido así simple y llanamente porque estamos pasando a la vanguardia de la lucidez política.
Pero para creer firmemente en lo que deseamos creer, primero tenemos que rechazar la idea de que el intento de juicio político para apartar al Presidente de la República de su cargo no prosperó simplemente porque hoy por hoy los partidos políticos, divididos, debilitados y con enormes problemas de liderazgo carecen de condiciones de descabezar un gobierno y obtener provecho de ello.
Si tuvieran el poder en sus manos, no podrían administrarlo porque simplemente desatarían un canibalismo que sembraría el caos y el desastre.
Los partidos políticos están realmente partidos y en un complicado y confuso proceso. Algunos lejos están de reconstruirse, principalmente el Partido Colorado que no ha encontrado el manual de supervivencia en la llanura.
Y que nos dicen del Partido Liberal Radical Auténtico que “apoya” a Lugo y “ganó” las elecciones. En teoría le tocaría a Federico Franco, el Vicepresidente, asumir el poder con todas las de la Ley.
Sin embargo, tampoco está en condiciones porque se encuentra acorralado en su propio partido por facciones que le restan espacio de maniobras.
Federico, aunque quisiera, no podría gobernar con su partido profundamente dividido y el Congreso en contra porque los adversarios le harían la vida imposible para evitar que su figura se encumbre y quiera presentarse a las elecciones presidenciales del 2013 con el valor agregado propagandístico de un buen gobierno. No le dejarían gobernar ni siquiera sus propios correligionarios que militan en movimientos internos diferentes al suyo.
En suma, al menos por ahora, no existen las condiciones objetivas para que Lugo deje el gobierno y los políticos que tienen hambre de poder, son conscientes de ello.
No es que sean conscientes de la necesidad de preservar y fortalecer el proceso aunque a todos nos gustaría creer en esto último.
Cuando el Partido Colorado estaba en el poder, uno de sus principales dirigentes, el doctor Luís María Argaña llegó a decir que podía pegarse el lujo de ganar elecciones candidatando al Pato Donald, dejando entrever el poderío partidario.
Hoy necesita a Superman, aunque si lo tuviera no podría sobrevivir a la criptonita roja de la llanura y la podredumbre moral que le generaron los 60 años de monopolio del poder.
¿Podemos los ciudadanos quedarnos tranquilos? Claro que no. Si bien hemos traído un Presidente de la República desde afuera de los partidos, no podemos traer a las ongs o las empresas para que sustituyan a los partidos políticos.
Claro, tal como hoy funcionan los partidos, no les sirven sino a unos cuantos que de ellos se sirven.
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