sábado, octubre 11, 2008

Asunción y Lambaré, disputa inútil: dos nombres históricos de un mismo suelo

Nací en Asunción y vivo en Fernando de la Mora. Si me dicen un día que el pedazo de superficie del planeta cuyo “título de propiedad” tengo, va a pasar al Municipio de Luque o San Lorenzo, mi preocupación sería en torno a qué planes tienen sus autoridades para mejorar los servicios en mi comunidad.
Lo demás es reyerta de políticos y recaudadores.
Viene a cuento el tema por la disputa entre Asunción y Lambaré por casi 500 hectáreas en la zona del Cerro Lambaré que concentran un jugoso paquete tributario de unos 2,5 millones de dólares anuales.
Estoy leyendo que “el honor de Asunción está siendo mancillado……”. Disparates.
Lo que a la ciudadanía le interesa es qué servicios recibe por los impuestos que paga y como mejorarlos. Habrá gente que prefiere vivir en Asunción y no en Lambaré pero en los momentos que escribo el artículo, un puñado de asuncenos está formando una cadena “contra la intención de ultrajar a la muy noble Asunción, madre de ciudades” y que esto y lo otro.
Hay gente que tiene tiempo para ese tipo de cosas que al final resultan divertidas. Quieren formar una cadena de 8 kilómetros y la información que escucho indica que sólo hay mil personas.
Si todos se toman de la mano para armar la cadena, tendrá 2 mil metros.
Faltarán por lo menos 5 kilómetros de brazos para alcanzar el objetivo de “conmover a las autoridades para que veten la disposición que configura un verdadero atraco a la integridad histórica de la Capital de la República”.
Pero que barbaridad. Habiendo otros atracos que nos inquietan, vean ustedes de qué se preocupan. Pero sólo son mil seres de unos 800 mil que tiene Asunción. Lo importante es que la gente se ocupe y preocupe de que los 2,5 millones de dólares de recaudaciones se inviertan de un modo sabio y honesto.
Así sea en Lambaré, así sea en Asunción. Lo demás –tal como lo vemos nosotros- es fanatismo digno de mejor causa. Nos parece exagerado hablar de honores, vilezas y cosas por el estilo. No se trata de transferir territorio al enemigo.
Los lambareños son como nosotros, hablan y sienten como nosotros. Nada trascendente cambia. Tomemos en cuenta eso y, a otra cosa.

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