lunes, octubre 13, 2008

Los ricos del norte son aplaudidos y los del sur, vilipendiados: ¿por qué?, veamos...

En los países más avanzados un rico es una celebridad. Es doctor “honoris causa” en las universidades, firma autógrafos. Es reconocido por el resto de la sociedad porque su triunfo es producto de su creatividad, coraje, visión, capacidad de tomar riesgos, su tenacidad y otras virtudes.

Un rico es muy mal visto en Paraguay porque traficó, evadió, robó, le embromó a un montón para alcanzar el éxito, salvo honrosas excepciones.

La enorme diferencia de cómo la sociedad percibe a un rico es más que un problema de sistemas pero fundamentalmente radica ahí la cuestión. Allá hay un mecanismo de mayor control y transparencia. Una serie de filtros que hace que el ganador haya vencido pruebas y obstáculos de un modo competitivo y mucho más leal.
Al rico se lo reconoce además porque paga impuestos y es una locomotora que estira a los demás. Marca un camino y se convierte en ejemplo.
Muchos estudiosos buscan desentrañar el secreto de su éxito y los artículos y hasta libros que se escriben a veces en torno a ese éxito, abren los ojos a otros que perfeccionan el método y finalmente hay un capital de conocimientos que ayuda al crecimiento económico y social.
Un empresario exitoso debe reservarse tiempo para dictar conferencias porque despierta la curiosidad y puede convertirse en un gurú de la economía.

"Quien no le conoce.."
No se estila por estas comarcas algo parecido. Aunque todos buscan la riqueza por atajos, los ricos en la generalidad de los casos no son bien vistos en Paraguay. “Quien no le conoce a ese, ni en su casa le quieren……le explota a sus empleados…mejor ni te hablo de los chanchullos en los que está metido…..”
Por supuesto, las reglas no son claras y la perversidad de los amiguismos, cuñadazgos, sobornos a políticos, financiamiento de campañas políticas como inversión que reditúa beneficiosos negocios con el poder y licitaciones amañadas o tolerancia a las evasiones impositivas, forman parte del manual en virtud del que las riquezas se han venido amasando de un modo perverso.
El éxito económico en Paraguay más que con la visión, disciplina, inteligencia, competitividad, ha estado vinculado con la sinvergüencía, la evasión, actitudes turbias y marcadamente corruptas. Naturalmente que debe hacerse la salvedad de que no en todos los casos pero ha sido la constante.

El impuesto redentor
En las últimas semanas en que surgió el tema de la creación de nuevos impuestos para financiar el desarrollo, sectores empresariales asomaron la cabeza para cuestionar la idea y recibieron justamente una andanada de críticas porque exigen mucho y no quieren poner.
Quedó aflorando una percepción de que los sojeros por ejemplo son avivados y carentes de solidaridad. No generan mano de obra, marginan a la población rural, acumulan fortunas que se concentran en pocas manos y no quieren tributar.
Nos queda claro que no serán ellos los que pelearán por mejorar su imagen ante la sociedad, sino que el Gobierno, aplicando reglas claras y compromisos justos para los generadores de riqueza. Terminaremos convenciéndonos luego de que el impuesto redime a los ricos paraguayos.

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