domingo, octubre 17, 2010

Que los 33 mineros vuelvan a una cueva para protegerse de la prensa, sería un crimen


La de los 33 mineros es una megahistoria. Los hombres están ante una oportunidad imperdible de facturar. El mundo quiere saber lo que pasó abajo, con lujo de detalles y hasta cuando se miraron con recelo pensando que irían muriendo de a uno y si se comerían la carne del otro. La prensa busca romper el pacto de silencio que busca que ellos puedan contar de un modo que puedan obtener los mejores beneficios posibles.

Unos cuestionan el presunto mercantilismo de los 33 mineros. Quienes lo hacen ocultan su cinismo porque quieren la historia para levantar el rating de sus programas televisivos, radiales o vender más periódicos y eso si es mercantilismo.
Acusarlos de coimeros o cosas así es cruel presión para que rompan un pacto que debe ser respetado y el gobierno chileno debe proteger la decisión que honesta y conscientemente los mineros adoptaron estando aún abajo y pensando en su futuro.
La jauría de periodistas buceando en las intimidades familiares y ventilando hechos morbosos como desavenencias familiares de algunos mineros, la invasión de ese territorio familiar y personal es la manifestación más perversa de la profesión de periodista.
Hollywood quiere la historia y no está mal pero si estaría mal que los grandes productores incrementen sus fortunas mientras los mineros sigan en la pobreza.
Es absolutamente justo y razonable que los 33 hombres busquen obtener los máximos beneficios posibles de la historia y deben ser protegidos para que ese anhelo se cumpla.
Que el gobierno chileno los abandone y los deje como conejillos indefensos ante zorros del desierto sería imperdonable.
Y que la prensa obligue a esos hombres a retornar a una cueva para protegerse encerrados de la inmoral presión sería un crimen más lamentable aún.
La gente quiere saber, es cierto pero, dejemos que si ellos han elegido el modo, lo sepamos cuando ellos ventilen la historia.

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