El ser humano tiene la misma sensación cuando nace y cuando muere. Ve la luz el bebé que se desplaza por un túnel y luego da su primer berrinche. Quienes han tenido experiencias de morir un rato y volver, cuentan que la muerte es un viaje placentero como por un túnel y la impresión de gozo aumenta al aproximarse a una luz intensa, dicen unos, un ser iluminado lleno de amor, dicen otros. Los 33 mineros tendrán una sensación parecida.
Luego de un largo viaje por un túnel, se encontrarán con la luz. Habrán nacido de nuevo. Habrá muchos parteros trabajando en esto que en realidad es un parto múltiple desde las entrañas de la Tierra.
Horas difíciles del reencuentro
Horas difíciles de un encierro indeseado habrán concluido para dar paso a lo mismo. Horas difíciles de reencuentro, de reacomodo en un contexto de una muy larga espera para quienes querían salir y quienes deseaban su retorno.
Un mundo de estrés hará difícil lo que viene y ya tiene la atención de expertos que han advertido a las familias que el proceso de reencuentro debe ser cuidadoso.
También han advertido lo mismo a los mineros que querrán todo pero tendrán que dar también atenciones a esposas e hijos que no durmieron bien en todo este tiempo, lloraron mucho y tienen un desgaste emocional porque tambien sufrieron lo indecible.
Puede parecernos a nosotros que todo será fácil y empezará la fiesta porque lo importante es volver. Se nos antoja simple y ojalá fuera así.
Nunca hubo como ahora, tantos conocimientos científicos sobre el comportamiento humano en situaciones extremas.
Nunca tantos conocimientos se pusieron al servicio de una situación como la de los 33, sus familias y los rescatistas.
Para quienes somos creyentes, nos queda un buen tiempo de oraciones para que nada empañe el renacer y que las esperanzas encuentren un final victorioso.
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