A los 93 años falleció el ex dictador paraguayo Alfredo Stroessner en Brasilia y sus allegados sondean la posibilidad de traer sus restos para enterrarlos en Paraguay. Aunque son muchos los que rechazan esa posibilidad, no parece que deban existir obstáculos para ello aunque el gobierno anunció que no le rendirá honores.
Gobernó dictatorialmente por 34 años hasta 1989, cuando fue derrocado por su consuegro Andrés Rodríguez, entonces el general más poderoso de las Fuerzas Armadas y obtuvo asilo político en Brasil.
Stroessner estaba hospitalizado desde el mes pasado en una clínica de la capital brasileña debido a problemas pulmonares. Los medios de distintas partes del mundo se hacen eco de la noticia y destacan precisamente los aspectos más funestos de su gobierno para el futuro del Paraguay.
Otros dos integrantes del club de dictadores viven sus últimos momentos también aunque Fidel Castro apareció estos días más restablecido de lo que se pensaba. El otro, Augusto Pinochet, ha tenido varios encuetros con la Justicia y aunque no del modo en que debe ser, rindió en parte, cuentas a la Justicia de sus actos.
Ellos conforman un trio de líderes sanguinarios cuyos gobiernos significaron los momentos más duros de sus respectivos pueblos en los últimos años.
En Paraguay, es de esperar que la muerte de Stroessner signifique el cierre de esa mirada al pasado y la sociedad sepa aprender de los errores y no cometerlos de nuevo, sobre todo porque hay planes para repetir errores encabezados por el actual presidente Nicanor Duarte Frutos quien ha recomendado "enterrar" la actual Constitución nacional, pero para introducir fundamentalmente variantes que le permitan la reelección, sin haber hecho méritos ostensibles para intentar continuar y simplemente busca usar las herramientas del poder para garantizar su continuismo.
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