Un escándalo sustituye a otro en la atención pública paraguaya y de ese modo la ciudadanía vive una sucesión de “realities shows” que la política autogenera y de ese modo, a pesar de que la crisis nos hizo menos consumidores de jaleos, los que los políticos nos ponen en escena tienen nivel internacional. Son escándalos de muy buena factura. Podríamos decir que exportamos bataholas competitivas para un público global muy exigente.
Los bullicios que son capaces de generar Berlusconi en Italia o los piratas somalíes o en su momento Jade Goody no podrían competir con los nuestros que son de muy buena factura.
El nivel competitivo de los escándalos paraguayo es tal que los ciudadanos tenemos dificultades para dejar de consumirlos y centrarnos en los asuntos importantes de la República, en los temas que debemos resolver como sociedad y que tienen que ver con la economía y el bienestar.
Al escándalo del primer hijo de Lugo, le siguió el del segundo y luego el tercero. Cuando los primeros ecos fueron bajando el impacto comunicacional que ejercieron recobraron su trascendencia aunque en forma efímera cuando Viviana Carrillo dijo que no sucumbió a los encantos del entonces obispo a los 16 años sino que a los 23.
Era mayor de edad. Las expectativas de un juicio por violencia sexual del Presidente se desvanecieron y entonces surgió el otro escándalo.
El protagonizado por el Vicepresidente de la República Federico Franco y el hombre fuerte de Lugo, Miguel López Perito.
Entre ellos hay odio profundo y no tienen ningún inconveniente en manifestarlo en la primera oportunidad como si fueran Capuletos y Montescos.
Leña interesada
Ese vínculo bilateral de antipatía es escandaloso y yo quiero creer que López Perito juega inteligentemente para arrojar más leña al fuego porque de ese modo está trabajando eficientemente para su jefe.
Aviva un escándalo que es capaz de suplantar al aquelarre de los “bebés Lugo” a fin de dar un respiro al Presidente de la República que muy pronto debe extraerse muestras de ADN. El ácido desoxirribonucleico presidencial debe lucir como los de un ex obispo y para ello tiene que estar un poco más relajado.
La bomba
Cuando la atención estaba centrada en el alboroto que Franco y López Perito generan, aparecen las bombas, una en el baño de damas del Palacio de Justicia que con la frialdad de Bruce Willis en “Duro de Matar II”, un policía tomó el artefacto explosivo en la mano, así sin guantes siquiera y lo sacó a la calle para que allí reventara poco después.
Hubo otra amenaza en el Palacio Legislativo pero fue falsa.
Se trata evidentemente de alguien que está exigiendo nuevos escándalos y que para el efecto decidió desviar la atención por su propia cuenta.
O como ya lo dijeron. Era un fanático del Club Cerro Porteño a quien por la derrota de su equipo de fútbol ante el Olimpia – la gran gloria del fútbol paraguayo- le dejó sin poder utilizar un artefacto de celebración y optó por crear su propio escandalete.
A ver si volvemos a centrar la atención en el país.
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