martes, abril 21, 2009

Una aproximación al contexto histórico y cultural de la paternidad de Monseñor Fernando Lugo

Para los lectores del exterior que por su concepción cultural de los hechos pueden entender diferente los problemas de paternidad en Paraguay digamos que existen desarreglos culturales en torno al tema y los mismos provienen fundamentalmente de la Guerra Grande que entre 1865 y 1870 enfrentó a nuestro país con Brasil, Argentina y Uruguay, diezmando la población masculina (desapareció en un 90%).

Quedaron pocos hombres tras la conflagración y las mujeres se organizaron para aceptar formar parte de acuerdos parecidos a lo que entenderíamos por harén.

Exigencias de la hora
Por razones que sin exagerar llamaríamos patrióticas, era necesario repoblar el Paraguay y como la naturaleza es sabia, los datos poblacionales son elocuentes en esto: hubo muchos más nacimientos de varones que de niñas en las uniones de postguerra.
Mi bisabuelo llegó a tener 7 esposas y fue cuidadoso y responsable con cada una de ellas. Cumplió con la hora histórica que la Patria le reclamaba y lo mismo debe decirse de las mujeres que compartieron marido como si fueran hijas de Lot.
Hubo países que para enfrentar sus necesidades poblacionales, abrieron sus fronteras y redujeron sus trabas a la inmigración.
Paraguay también recibió corrientes migratorias pero su posición mediterránea hizo que los emigrantes prefirieran quedar en Brasil y Argentina antes que penetrar continente adentro de modo que hubo que encarar la procreación como una patriada, como una obligación de proyección nacional.

Una nueva guerra
Cuando el proceso iba estabilizándose, sobrevino una nueva guerra, esta vez con Bolivia -de 1932 a 1935- donde murieron unos 30 mil hombres y la tarea repoblatoria que debió concluir quedó inconclusa.
Nuevas generaciones de paraguayos debieron seguir cargando con el mandato de tener muchos hijos que eran considerados “hijos de bendición” y por tanto “venían con el pan bajo el brazo”.
A eso se sumó la pedagogía católica basada en el mandato de Jesús “Dejad que los niños vengan a mi”.
Ocurre que este proceso no fue acompañado de políticas económicas coherentes y quedaron por lo menos dos subproductos: Un machismo exacerbado en la sociedad paraguaya y un empobrecimiento comprensible porque el número de comensales crecía más aceleradamente que la torta de la economía.

Sobrevino un desarreglo social y poblacional y la Iglesia Católica no pudo usar su poder moral para contener la situación a pesar de que comenzó a hacer campañas de paternidad responsable. Del mismo modo que el Papa Benedicto 16 enfrentó la rechifla europea por ir a predicar el no uso de preservativos en Africa donde la gente muere de sida, aquí el latex no cumplió la función que pudo haber cumplido y se produjo un desmadre.
Al “Dejad que los niños vengan a mi…” que penosamente se devaluó, el vulgo le agregó “…porque detrás vendrán sus niñeras” y la solución fue la emigración.
Es así como no sólo se repobló el Paraguay que hoy tiene 6 millones de habitantes –con una economía que apenas incluye a la mitad y excluye al resto- sino que también ayudamos a la repoblación de Argentina, Brasil y últimamente España y Estados Unidos de América.

Fuera de tiempo
En estas circunstancias, el obispo y ahora Presidente de la República Fernando Lugo aparece como un repoblador tardío y todavía nos estamos preguntando qué es lo que realmente pasó.
De un lado queda claro que fue débil ante las tentaciones carnales pero no es el único culpable.
El nuestro es un país donde muchas mujeres recurren al embarazo extorsivo como una opción de vida. Se que lo que aquí escribo ofenderá a las feministas pero no se trata de un fenómeno paraguayo exclusivamente.
Me viene justamente a la mente el curioso caso de Boris Becker, el tenista alemán quien debió reconocer una hija que procreó sin su consentimiento y de un modo inusual, ya que –según lo que se publicó en los medios internacionales- la mujer en base a caricias de fan, diabólicamente orquestadas, logró extraerle el liquido seminal suficiente que lo llevó urgentemente hasta un lugar donde pudo utilizarlo para autoinseminarse.
No digo que Lugo fue víctima de situaciones así. Lo que digo es que hay mujeres que a sabiendas de que encaran una relación prohibida y pecaminosa, tienen en mente los beneficios económicos que el pecado les puede reportar.
Esto naturalmente que no libera a Lugo de sus responsabilidades. Ni siquiera de la imagen de un ser que se aprovechó de mujeres económicamente necesitadas para liberar sus energías sexuales, sin medir las consecuencias.

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