En Paraguay existen unas 20 etnias aborígenes. Todas ellas son preexistentes al hombre blanco en este territorio sobre el que tienen derechos desde hace miles de años. Desde esa perspectiva es absolutamente irrelevante la argumentación de cultivadores de soja que dicen que los indígenas los invaden. El gobierno debe resolver urgentemente el caso. En un acto criminal, los sojeros resolvieron fumigar desde aviones las poblaciones indígenas para que mueran o abandonen el lugar, según denuncias.
Ver: sojero ¿dónde está tu hermano?
Hubo un tiempo en que en Paraguay los aborígenes no eran considerados seres humanos.
Eran cazados como animales y sus crías rescatadas como trofeos. Margarita Mbgwangui de la parcialidad Aché que llegó a ser titular del Instituto Nacional del Indígena, fue uno de esos trofeos.
Recogida por la familia de los asesinos de sus padres fue vendida varias veces a otros opropietaris de haciendas que se instalaban ganando espacio al bosque donde silvícolas vivían de la caza y de la pesca.
Tuvo la suerte de que fue enviada a la escuela y cuando le explicaron su historia, lo único que quiso hacer fue reencontrarse con los suyos.
Buscó sus orígenes hasta que encontró a su pueblo en la comunidad de Chupapou cerca de la frontera con Brasil y en el bosque originario más importante del Paraguay, el bosque Mbaracayú donde aún existirían unos 18 jaguares, unos 20 pumas y donde el pájaro campana aún sigue repicando.
Las balas cedieron a la fumigación aérea
Otros fueron apropiándose a bala y sangre de sus tierras y como los indígenas no hacían gestiones ante las instituciones encargadas de titular las tierras que siempre les pertenecieron, el hombre blanco si lo hizo y se plantea el contrasentido de que los legítimos dueños de estas tierras, hoy son “los invasores”.
Y siguen siendo tratados como animales. Sólo así se puede entender que los productores de soja les envíen aviones fumigadores para lanzarles venenos encima, tal como lo ha comprobado el Ministerio de Salud que socorre en estos momentos a los indígenas intoxicados, según los primeros informes, por plaguicidas para soja.
Los acusados niegan que hayan fumigado sobre humanos pero es el momento en que el Gobierno debe acudir en defensa de los aborígenes y que el peso de la Ley caiga con todo su rigor contra quienes perpetraron el atentado genocida.
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