Hace dos décadas era una verdad indiscutible: El Estado paraguayo es desmesurado por ser un instrumento partidario que funciona como una agencia de empleo de los electores colorados. Hoy se habla como una verdad indiscutible que hay un “Estado ausente”. Esta expresión revela que la sociedad demanda sus derechos y el Estado es incapaz de responder a sus expectativas.
Uno lee los diarios o ve la televisión y se multiplican los reclamos ciudadanos de atención y esas reivindicaciones pueden ser de seguridad, educación, salud.
Se instala entonces la percepción de un “Estado insuficiente” y es momento de comenzar a depurar el diagnóstico que usamos para identificar al Estado paraguayo porque todavía los medios siguen hablando del gigantismo estatal y esa visión absolutamente desactualizada, no sirve para perfilar con claridad y justeza la real situación.
Ese clisé ya no funciona para ponerle un rótulo al asunto y quedarse satisfecho porque ese es el problema. Es probable que varias instituciones sean desmesuradas y que ese problema deba corregirse pero la visión no engloba al todo.
Es más, hay instituciones desmesuradas en su estructura y funcionariado que además son ineficientes.
También hay que corregir ese problema pero podemos anticipar que resolverlo no evitará la percepción de la “ausencia” o “insuficiencia” del Estado.
Con motivo del secuestro de Fidel Zavala, la propia víctima atribuyó su calvario a la ausencia del Estado en la zona norte donde existe una población empobrecida y desatendida.
Más Estado
Marcar presencia del Estado en esa zona implica desplazar la institucionalidad hacia el norte y contratar gente capacitada para dar respuestas a las necesidades ciudadanas.
Irremediablemente esto implica aumentar el tamaño del Estado. Hay que abrir más escuelas, más hospitales, más comisarías que necesitarán de maestras, médicos y enfermeras, efectivos policiales y todo el aparato administrativo que soporte la gestión pública.
En suma, hay paradigmas que quedaron en el pasado y nos cuesta replantearnos enfoques a partir de las nuevas realidades.
El avance del capitalismo nos planteó la necesidad de un “Estado mínimo” pero la brutal crisis financiera que aún hace tambalear las principales economías mundiales, desnudó que hacía falta un Estado fiscalizador.
En el mundo desarrollado, el Estado debió salir en auxilio de los bancos, planteándose una contradicción ya que quienes siempre cuestionaron el intervencionismo del Estado, ahora aplaudían la ayuda.
Hoy se habla enn nuestro país de reestructuración del aparato estatal. Parece ser el adecuado punto de partida para empezar a superar las grandes deudas que la ciudadanía quiere que con ella, sean saldadas desde la institucionalidad pública.
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