Si fue el Presidente Lugo quien impulsó la decisión de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia que repuso a Bonifacio Ríos y Carlos Fernández Gadea como miembros de la Corte, luego de haber ido a un juicio político y destituidos por el Congreso en el 2003, le salió el tiro por la culata.
Si fueron “jugadores políticos” los que aprovecharon la coyuntura que podría dar a Lugo una nueva paternidad (o al menos hacer pensar que pudo haber estado detrás de la decisión), la de una iniciativa capaz de señalarnos que un juicio político del Parlamento que termine afectándolo puede ser judicializado exitosamente, está claro que hay mucha astucia tramposa en la política paraguaya.
En cualquiera de los casos, queda también muy claro que la decisión de la Corte de anular la reposición de Ríos y Fernández Gadea, se realizó más por presión política y con una disposición que más vale para establecer el calendario de vacaciones de los limpiadores del Palacio de Justicia que para anular un fallo judicial.
Todos sospechan de todos
Como resultado de la serie de acontecimientos que se sucedieron y que en un momento se expusieron de un modo que estábamos ante un golpe contra el Congreso, a esta altura las cúpulas de los tres poderes del Estado se miran con recelo.
Reina la sospecha, impera la desconfianza.
Probablemente hubo gente que jugó a dos puntas porque hoy se habla de una reforma constitucional y todos sabemos que no son pocos los que duermen y sueñan con esa opción.
No hay que descartar que el propósito del fallo que rechazó el juicio político de parlamentarios contra Ríos y Fernández Gadea, era realmente instaurar con mayor firmeza la perspectiva de una Asamblea Nacional Constituyente.
Los intereses del Estado, en segundo plano
Lamentablemente, en el plano político paraguayo no existe una visión desde los intereses del Estado o por los intereses del Estado, sino una visión desde los intereses de “mi grupo” como para pensar en que una reforma constitucional responderá a los supremos objetivos nacionales.
Lo más probable entonces es que una Constituyente termine “cocinando” una carta magna más problemática, controversial y retrógrada que la actual porque en el juego de poderes hoy prima el juego sucio.
Todo porque los colorados que perdieron las elecciones luego de 60 años no se quieren ir del poder; porque los liberales radicales que en todo este tiempo vivieron marginados y apoyaron a Lugo, desean controlar el poder y, porque entre esas dos vertientes de derecha, gobierna Fernando Lugo con un discurso de centro izquierda.
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