Palabras más, palabras menos, cuando Ricky Martin salió del ropero declaró algo así como “el mejor regalo que me dió la vida es ser gay” y por ello se consideraba un ser bendito. Soy respetuoso de la opinión ajena pero estoy en absoluta discrepancia con sus juicios de valor.
De todos modos entiendo a Martin y a los homosexuales y comprendo lo que para ellos es “lo máximo”.
Rechazo que en distintos países del mundo la orientación sexual sea un motivo de encarcelamiento y persecuciones.
Pero donde para mi el debate se instala y no puedo callar mi punto de vista es cuando se intenta hacer un posicionamiento cultural de la homosexualidad, cuando se convierte en una presunta causa enorgullecedora que promociona una anomalía como un estadio ideal para el ser humano.
No creo correcto que pública y libremente se promocione la homosexualidad incluso ante niños y jóvenes a los que -por el contrario- como sociedad deberíamos esforzarnos en darles referencias heterosexuales.
Yo no le deseo a nadie que tenga un hijo gay. Por más apertura mental que pueda tener y avanzados conceptos de modernidad y de aceptación de la diversidad de seres humanos, no concibo que en aras de mi libertad de pensamiento y de respeto a los demás, pueda desear algo así y sentirme bien por ello.
Expongo estos puntos de vista en torno a las opiniones que se manifiestan en estos días previos a la “Besatón Paraguay 2010” que la organización SomosGay organiza para el lunes 17 de mayo.
Se trata de un maratón de besos homosexuales en la Plaza del Congreso. Durante la manifestación, los dirigentes entregarán a los parlamentarios una serie de reivindicaciones principalmente legales para el segmento gay de la población paraguaya.
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