domingo, mayo 07, 2006

El libre acceso a la mesa: Cuando en un acto social aparecen los acaparadores de bocaditos

Frecuentemente desde la sociedad reclamamos justicia, igualdad de oportunidades, acceso democrático a las fuentes de información por ejemplo. Pero ¿somos coherentes en nuestro comportamiento social con lo que exigimos?

Una simpática torpeza del servicio de lunch del Hotel Excelsior, de colorar bocaditos para 600 personas en una mesa de 1 metro de ancho por 2 de largo, en el break de un seminario, sirvió para demostrar actos de lamentable acaparamiento por parte de quienes tuvieron la picardía de posicionarse en un lugar que lo debieron compartir.
Difícilmente este enfoque sea tema de portada de los medios y desde luego no lo merece por pudor.
Solemos ocultar nuestras pequeñas y grandes incorrecciones pero desde la óptica del periodismo ciudadano, estamos ante un acontecimiento que se repite en todas partes y que es imperdible para plantear la desconexión entre lo que solemos reclamar y nuestro modo de actuar.
Esto que les cuento ocurrió en el Seminario “Transparencia, Gestión y Acceso a la Información Judicial” en la que se planteaba desde distintos ángulos la propuesta de transparentar la información sobre la calidad de gestión de cada magistrado y compartirla para que la sociedad -al acceder democrática y transparentemente- a la información sobre la eficiencia o no de los jueces, tenga herramientas para exigir el premio de los buenos y el castigo a los malos.
Aplausos de la multitudinaria concurrencia para la propuesta de transparencia y democratización de la información sobre la gestión pública. Es por ello que hemos querido transparentar y democratizar un perfil ciudadano que no nos gusta y a quienes se vean allí en las fotos, tampoco les gustará verse de ese modo.
Si por un momento en vez de la información pública, ponemos en foco la chipita o la medialuna que es para todos, entenderemos más fácilmente de lo que hablamos.

La lección
Cuando se hizo un paréntesis en el seminario para un café con chipitas y medias lunas, un tsunami de concurrentes se abalanzó hacia la mesa y sólo unos cuantos aprovechados pudieron llegar a tiempo antes de que se agotara el entremés. (Foto: un personaje aparece de espaldas y en primer plano hasta que se agotaron los bocaditos)
Un espectáculo indigno fue el protagonizado por quienes se apoderaron de un lugar privilegiado –que debe ser compartido en base a una constante movilidad de comensales- desde donde agotaron la provisión sin compartir en forma democrática y transparente con los demás, el acceso a los bocaditos. El derecho humano a la chipita de muchos asistentes al seminario, quedó pisoteado.
No se trata-sabemos todos- de un hecho aislado sino que de una práctica lamentable que incluso se vive en fiestas sociales que celebran matrimonios y cumpleaños de socios de clubes elegantes que pierden elegancia en jaleos motivados por la lucha –en esos casos- por el jamón glacé o la rebanada de pavitos.
Dirán que es un tema baladí. No estoy de acuerdo porque en estas pequeñas cosas, se reflejan muchas de las causas de nuestros grandes problemas.
Creemos que la mala distribución es una cuestión que sólo compete a las autoridades o al sistema tributario pero sin embargo es una cuestión cultural y cada uno de nosotros tenemos nuestra cuota de responsabilidad.
Cuando tomaba las fotos del hecho, uno de los asistentes al seminario entendió lo que pretendía y me comentó que es encarnaceno y que es curioso que al cruzar el puente hacia la Argentina, cambia el sentido de respeto porque para esperar colectivo la gente debe formar cola y esperar su turno mientras que en lado paraguayo, rige la ley de la fuerza.
No pretendemos erigirnos en guías del comportamiento social pero exponemos el tema y que cada uno extraiga sus conclusiones.

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2 comentarios:

  1. Absolutamente ejemplar el comentario. Pasa en muchas ocasiones. Este comportamiento (en clase media alta) es el mismo que el que muestra la clase media baja y baja al apoderarse de las veredas para vender lo suyo, aunque el peatón (muchas veces perteneciente a la misma clase) debe caminar por la calzada con riesgo de su vida. El ¡qué me importan los demás! rige nuestras vidas. El "yoísmo" nos inunda. El paraguayo pierde valores tan aceleradamente, como devora los bocaditos de la mesa fotografiada.

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  2. Estuve leyendo con mi novia este tema y es cierto. Ella me dice que los hombres "bolsillean" los bocaditos sin importarles que llenen de aceite sus bolsillos pero yo he visto mujeres muy preparadas ya que llevan bolsitas y ahí cargan en sus carteras. Es cierto, protegen sus enseres pero las carteras tienen más capacidad de carga.
    Deberiamos avergonzarnos todos

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