Mucho oropel verbal que nos plantea el otro aspecto de la inmodesta imagen papal: báculos de oro con incrustaciones de piedras preciosas, ostentosa indumentaria de costosos adornos dorados que proyectan un lujo incompatible con la humildad que profesó Jesús, contrario a toda vanidad ¿Le importa más lo externo?¿Qué diría el nazareno si lo viera así a quien se considera sucesor de Pedro?
Tal cual lo habíamos señalado hace unos días, el Vaticano orienta su estrategia comunicacional hacia un “difuminado” del impacto puntual de denuncias contra el Papa Ratzinger, por ocultamiento de agresiones sexuales de sacerdotes católicos contra menores.
Un gesto de encubrimiento que indica que lo que importa es la apariencia externa y no la esencia.
La idea de una confabulación mundial sigue en la línea del ocultamiento.
Maniobras externas, fuegos de artificio que tratan de desviar la atención de una cuestión crucial: Ratzinger sabía de muchos abusos contra niños y adolescentes, perpetrados por prelados católicos y calló cuando tenía en sus manos tomar medidas y no las tomó.
Mal podrían interpretarse las acusaciones contundentes como un complot contra todos los católicos cuando a todas luces las denuncias son puntual y específicamente orientadas a Ratzinger, además de otras que están surgiendo y que apuntan a otras autoridades de la Iglesia Católica.
Manoteos desesperados
Cuando hace unos días Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, comparó el impacto mediático de los escándalos de abusos contra menores con la persecución de los judíos y los crímenes del antisemitismo, no funcionó la táctica y de inmediato debió pedir disculpas.
Ayer, el decano del Colegio de Cardenales, Angelo Sodano, dijo a Ratzinger: "Santidad, no está sólo, los fieles están con Benedicto XVI. El pueblo de Dios no se deja impresionar por las habladurías del momento...”.
Sodano redujo las denuncias concretas de hechos comprobados a meras “habladurías”, chismes sin valor.
Francamente ofensivo para las víctimas de los abusos en un enfoque que va contra la propia prédica cristiana.
Queda claro, muy claro que la estrategia comunicacional vaticana va rumbo al fracaso. Es periférica. Se mueve en arena movediza donde cada chapoteo implica hundirse más.
Mucho oropel verbal que nos plantea el otro aspecto del Papa recargado de adornos dispendiosos portando una cruz de oro cuando Jesús murió clavado a un simple madero.
Demasiado hincapié en lo exterior cuando se espera que los adornos sean espirituales y llenen de belleza el corazón.
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