Fadul hizo un esfuerzo extraordinario para desviar la atención pública en los últimos días. Cuando ella debió centrar su foco en la genuina preocupación ciudadana, el motor de la marcha de hoy, él con notable esmero, introdujo un lenguaje absolutamente fuera de lugar para robarse los faros y las cámaras y esforzarse en aguar una protesta ciudadana que de todos modos va a ser clara y contundente en contra de los afanes dictatoriales de Nicanor.
Justamente desde este mismo espacio, estuvimos advirtiendo desde hace varios días sobre las primeras muestras de figuretismo político cuando Fadul, en una exposición elocuente de que se comporta como politiquero, se apropió de la iniciativa y amenazó al gobierno con una fase de ingobernabilidad, usando a la sociedad civil como un garrote. Su mensaje a Nicanor, era algo así como “mirá que te voy a pegar con la sociedad civil”.
No contento con un disparate de ese nivel, volvió a la carga con su espectacular reserva de exabruptos para hacer un infeliz juego de palabras con un presunto deseo de expulsar al gobierno “a balazos y a patadas”. En suma, Fadul en menos de una semana exhibió al país con sus nítidos perfiles un comportamiento que viene a ser un cóctel en el que se mezclan con armónica dosificación un lamentable y descomedido afán protagónico, su falta de sentido de oportunidad, su imprudencia, una generosa cuota de mbareté y su rica colección de exabruptos.
Y es inevitable. El resultado de su penosa intromisión en asuntos ciudadanos ha
desviado la atención y nosotros mismos que deberíamos estar escribiendo sobre la
marcha, no podemos soslayar un hecho tan triste porque nadie puede discutir que Fadul
era para nosotros parte de esa famélica reserva de liderazgos políticos que tiene el
Paraguay.
Es doloroso comprobar que es un metepata ante quien tenemos que ponernos en guardia.
La decepción sin embargo, no debe hacer sino que tonificar y reforzar la decisión de los representantes de la sociedad civil de que la marcha envíe un mensaje claro a los que violan la Constitución y a sus secuaces de la Corte Suprema de Justicia; vale decir a los que apuestan a la dictadura y a los que se comportan como dictadores, algunos, aún sin estar en el poder.
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